El mensaje revelado
Seguir a Jesús es vivir como Él vivió: ese es el verdadero camino hacia la salvación y la vida eterna.
Enfrentar los desafíos de este mundo con justicia nos acerca a su ejemplo.
Vivir con integridad, incluso en tiempos difíciles, es lo que nos convierte en auténticos discípulos de Cristo.
Desde la sabiduría antigua
El fuego de la verdad y la purificación del alma
En Mateo 10,34, Jesús declara una verdad que sacude:
«No he venido a traer paz, sino espada».
Y con ello, nos revela que el seguimiento auténtico de Dios no es cómodo ni superficial, sino transformador y muchas veces doloroso.
Desde la cábala, comprendemos que la luz divina —la Or Ein Sof, la luz infinita— no entra en el alma sin antes purificarla.
Este proceso de purificación interior se llama bitul,
la anulación del ego, que nos permite vaciarnos para recibir la presencia divina.
Cuando Jesús habla de división —padres contra hijos, hermanos entre sí— no está promoviendo el conflicto, sino señalando que la verdad espiritual separa lo que está alineado con Dios de lo que aún permanece en el ego.
Esa “espada” de la que habla es la conciencia que corta las ataduras del yo,
que exige decisión y fidelidad interior.
La cábala enseña que todo lo que no está en armonía con el plan divino debe ser transformado.
Y ese trabajo comienza por nosotros mismos.
Seguir a Jesús implica pasar por el fuego interior de la verdad,
romper las estructuras antiguas,
y abrazar el alma con la luz del propósito.
El camino del justo —dice el Zóhar— no es el más fácil,
sino el más luminoso.
Y esa luz se revela cuando elegimos vivir con integridad,
aunque cueste, aunque duela, aunque nos separe del mundo.
Por eso Jesús dice:
«El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí».
Porque solo en ese caminar —lleno de renuncias, pero guiado por amor—
el alma se eleva y comienza a vivir desde su verdadera esencia.
La fidelidad a Dios, entonces, no es un discurso,
es una forma de vivir,
y también de morir al ego.
Evangelio que inspiró este mensaje
Lectura del santo evangelio según san Mateo (10,34–11,1):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «No penséis que he venido a la tierra a sembrar paz; no he venido a sembrar paz, sino espadas. He venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; los enemigos de cada uno serán los de su propia casa. El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará. El que os recibe a vosotros me recibe a mí, y el que me recibe recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta tendrá paga de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo tendrá paga de justo. El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro.»
Cuando Jesús acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar y predicar en sus ciudades.
Palabra del Señor