Mensaje de Jesus
Eleva tu corazón, para vivir en plenitud

Jesús nos revela que el camino hacia la salvación nace en un corazón liviano, libre de cargas y asuntos que aún atan el alma. Cuando sanamos, perdonamos y dejamos atrás lo que ha pesado sobre nuestro espíritu, nos volvemos capaces de elevarnos hacia Dios. Solo entonces podemos vivir en plenitud, como hijos que siguen Su voluntad y están preparados para abrir los sellos que conducen a la vida eterna.
Cuando la Luz Llama y el Corazón No Responde
Cuando el alma se cierra a la luz, no es la luz la que se retira: es la propia mirada la que se vuelve incapaz de reconocer lo que se le entrega. La cábala enseña que toda bendición desciende siempre primero como una vibración sutil, como una posibilidad que toca a la puerta del corazón. Pero si el corazón permanece endurecido, esa posibilidad pasa de largo y el tiempo de la paz se pierde como una sombra que se extingue al caer la tarde.
Hay instantes en los que lo Alto se acerca con una ternura indescriptible, ofreciendo shalom —plenitud, integridad— como quien ofrece un tesoro en manos abiertas. Sin embargo, cuando el hombre no ve, cuando rehúsa la corrección interior, la energía de la misericordia no encuentra vasija donde reposar. La cábala lo llama din ha-ganuz, el juicio oculto: ese momento en que la luz que no fue recibida se convierte en una enseñanza severa, no por castigo, sino por restauración.
Las murallas que construimos por dentro terminan cercándonos por fuera. Lo que no transformamos en conciencia vuelve a nosotros en forma de circunstancia. Cada acto de cierre, cada rechazo a la voz interior, levanta un muro más, mientras la luz sigue esperando paciente, aguardando el instante en que el alma se disponga a abrirse.
Pero nada está perdido. La raíz divina en nosotros sigue ardiendo, aun cuando no lo percibamos. Y cuando finalmente despertamos, cuando la rigidez se quiebra y el corazón se humilla y escucha, descubrimos que la paz que buscábamos estuvo siempre al alcance. La luz no había partido: era nuestra puerta la que permanecía cerrada.
Esta es la verdad que libera: nunca es tarde para abrir el corazón, dejar caer las murallas y permitir que la presencia sagrada nos visite. Pues la luz que una vez dejamos pasar sin reconocerla vuelve de nuevo, una y otra vez, llamando a nuestra alma hasta que, por fin, respondemos.
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Lectura del santo evangelio según san Lucas (19,41-44):
En aquel tiempo, aquel tiempo, al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, lloró sobre ella, mientras decía:
«Si reconocieras tú también en este día lo que conduce a la paz! Pero ahora está escondido a tus ojos.
Pues vendrán días sobre ti en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco de todos lados, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra. Porque no reconociste el tiempo de tu visita».
Palabra del Señor.