Mensaje de Jesus

El secreto de la fuerza del amor

 

Jesús nos revela que es la fuerza del amor la que nos concede la gracia del perdón de nuestros pecados.
Por eso, cuando perdonamos, liberamos esa fuerza y recibimos el amor y el favor de Dios.

Vive con amor, velando por la salvación de tu alma, que es eterna, pues todo lo de la tierra es pasajero.
Recuerda siempre que el amor de Dios es para todos.

Ten presente que Dios te ama y desea que regreses a vivir en el amor, cumpliendo sus mandamientos, como nos enseña Jesús.

El Amor que Purifica el Corazón

En Lucas 7,36-50, Jesús recibe a una mujer considerada pecadora, quien se acerca a Él con un corazón quebrantado y sincero. Mientras otros la juzgan por su pasado, Jesús revela un misterio divino: el amor verdadero abre las puertas del perdón. Desde la mirada de la Cábala, entendemos que este momento es un tikkun —una corrección del alma— donde la luz infinita de Hashem fluye hacia quien regresa buscando pureza.

El amor de Dios es más fuerte que cualquier mancha del pecado. Cuando volvemos a Él con un corazón limpio, reconocemos que Su misericordia no tiene límites. Así como Jesús acoge a la mujer sin condena, nosotros también estamos llamados a soltar el peso de juzgar los pecados ajenos. La Cábala enseña que cada alma tiene un camino único de reparación, y lo que parece una caída puede ser parte del plan divino para despertar al amor.

Si alguien ha pecado contra nosotros, no debemos retener ese dolor. Aferrarnos al rencor solo nos ata a la oscuridad. Perdonar es liberar la chispa divina en nosotros y dejar que la gracia de Dios sane lo que fue herido. Y si algo llegó a nuestra vida a través del pecado de otro, incluso eso, en el misterio de Hashem, fue permitido para nuestro crecimiento espiritual.

Que aprendamos a vivir en el amor, a confiar en que Dios sostiene cada historia y a dejar que Su luz transforme nuestras heridas en sabiduría. El perdón no solo limpia al otro, también nos libera a nosotros para caminar en la plenitud del amor eterno.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (7,36-50):

En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume.
Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: «Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora.»
Jesús tomó la palabra y le dijo: «Simón, tengo algo que decirte.»
Él respondió: «Dímelo, maestro.»
Jesús le dijo: «Un prestamista tenía dos deudores; uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?»
Simón contestó: «Supongo que aquel a quien le perdonó más.»
Jesús le dijo: «Has juzgado rectamente.»
Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama.»
Y a ella le dijo: «Tus pecados están perdonados.»
Los demás convidados empezaron a decir entre sí: «¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?»
Pero Jesús dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado, vete en paz.»

Palabra del Señor.