La fe no es simplemente una religión, sino vivir en oración y actuar conforme a la Palabra de Dios. El Evangelio de Mateo (6,7-15) nos enseña a orar con sinceridad, pidiendo guía, sabiduría y perdón. Confiemos en Dios, quien conoce nuestras necesidades y deseos.

Padre, gracias por la vida, gracias por tu amor.

Tú conoces todas mis necesidades y lo que guardo en mi corazón, por eso te pido que guíes mis pasos e ilumines mi camino, para que, en el momento de la prueba, elija siempre el camino de la vida.

Dame sabiduría para saber cómo actuar.

Padre, permíteme olvidar los problemas que ya pasaron, perdonar a quienes me han ofendido y perdonarme a mí mismo.

Dame la fuerza y el entendimiento para perdonarme por mi falta de fe.

Padre, yo creo en Ti; tan solo aumenta mi fe. Líbrame de toda tentación y graba en mi vida las leyes de tu amor.

Padre, libera mi corazón para que pueda actuar con justicia, equidad, solidaridad, perdón, amor y misericordia.

Te lo pido por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor.

Amén.


La Oración como Conexión Divina: Un Puente entre el Cielo y la Tierra

En el Evangelio de Mateo (6,7-15), Jesús nos enseña el poder de la oración sincera, aquella que no se repite mecánicamente, sino que brota del corazón y nos conecta con Dios. En la cábala, la oración es más que una súplica; es un acto de elevación espiritual, un canal por el cual el alma se une a su Fuente y transforma la realidad.

El Tikkun Olam (la reparación del mundo) comienza en el interior de cada uno. Cuando oramos con fe y humildad, alineamos nuestra conciencia con la voluntad divina, lo que nos permite atraer bendiciones no solo para nosotros, sino para toda la creación. La cábala nos enseña que cada palabra pronunciada con intención (kavaná) tiene un impacto en los mundos superiores y en nuestra propia existencia.

Jesús nos recuerda que Dios ya conoce nuestras necesidades antes de que se las expresemos. En la cábala, esto se relaciona con el concepto de Ein Sof, la Infinita Luz que todo lo abarca y todo lo sustenta. Dios no necesita nuestras palabras, pero nosotros sí necesitamos dirigirnos a Él para refinar nuestro ser, corregir nuestras imperfecciones (Tikkun HaNefesh) y expandir la chispa divina que llevamos dentro.

Cuando decimos: «Perdónanos nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden», estamos aplicando el principio cabalístico de la reciprocidad espiritual: lo que emitimos al universo regresa a nosotros. Si queremos misericordia, debemos ser misericordiosos; si anhelamos amor, debemos amar.

Orar con conciencia no solo transforma nuestra vida, sino que nos convierte en canales de la Luz Divina. Así, cada súplica genuina ilumina la oscuridad, cada acto de perdón abre caminos de bendición, y cada palabra de fe fortalece nuestra conexión con el Creador.

Que nuestra oración sea un puente entre el cielo y la tierra, un acto de restauración y un faro de luz en nuestra vida y en la de quienes nos rodean.

«Padre, enséñanos a orar con el corazón, a confiar en Tu voluntad y a ser portadores de Tu luz en el mundo». Amén.


Lectura del santo evangelio según san Mateo (6,7-15):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes que lo pidáis. Vosotros rezad así: «Padre nuestro del cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy el pan nuestro de cada día, perdónanos nuestras ofensas, pues nosotros hemos perdonado a los que nos han ofendido, no nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del Maligno.» Porque si perdonáis a los demás sus culpas, también vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras culpas.»

Palabra del Señor.

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