Reconoce que todo lo de Dios es bueno, y que nos envió a Jesús para iluminar nuestra vida en el camino hacia la vida eterna.

Debes saber que vivimos en un mundo oculto a la luz, y nuestra misión es despertar espiritualmente para regresar al camino que nos lleva a la casa de Dios, buscando la luz y convirtiéndonos en fuente de luz para otros.

Creer en Jesús es seguirlo, viviendo de acuerdo con su ejemplo y su enseñanza de amor.

Por eso, vive de acuerdo con el secreto del amor: trata a los demás como quieres que te traten a ti. Lo que tú odias, no se lo hagas a los demás.

¡Bendito el que viene en nombre del Señor, bendito el que viene a enseñarnos a vivir en amor!

Jesús, te amo, te necesito. Gracias por tus enseñanzas de amor.

La Luz que desciende del Amor

«Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que todo el que cree en Él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Juan 3,16).

Desde la mirada de la Cábala, este pasaje nos revela un misterio profundo: el descenso de la Luz divina al mundo material no es solo un acto de misericordia, sino también una invitación a regresar a la fuente, al Origen, a la Ein Sof, el Infinito. Jesús, el Hijo enviado, es esa Luz que desciende de lo Alto para guiar nuestras almas de vuelta al camino de la unidad con Dios.

En el lenguaje cabalístico, el mundo fue creado con el propósito de permitir que el alma ascienda desde lo oculto hacia lo revelado, desde la oscuridad de la ignorancia espiritual hacia la iluminación interior. Pero para que eso ocurra, el alma debe elegir la Luz.

Jesús nos enseña que el juicio no está en que Dios condene, sino en la elección humana de rechazar la Luz. «La Luz vino al mundo, pero los hombres prefirieron las tinieblas porque sus obras eran malas» (Juan 3,19). Esto nos recuerda al concepto cabalístico del Yetzer Hará (la inclinación al mal), que no es un enemigo externo, sino una parte interna del ser humano que debe ser transformada a través del discernimiento y la conciencia espiritual.

El Zóhar, texto central de la Cábala, enseña que la Luz se oculta para que la busquemos. Cuando una persona se aleja de la verdad, no es que Dios lo rechace, sino que su propia alma aún no ha despertado a su identidad divina. Pero cuando alguien decide caminar hacia la Luz, incluso con pasos torpes o débiles, los mundos superiores se abren para recibirlo. Esa es la esencia del Tikkun: la restauración del alma y del mundo a través de nuestras decisiones conscientes hacia el Bien.

Jesús, al hablarnos de la Luz y de la fe como acceso a la vida eterna, no solo nos presenta una promesa futura, sino un estado presente del alma que se despierta a su verdadera naturaleza. Creer en Él no es simplemente aceptar una doctrina, sino abrirse a la transformación interior que lo convierte a uno en reflejo de la Luz divina en la tierra.

Así como en la Cábala cada acción, cada pensamiento y cada palabra pueden elevar o descender la chispa divina que habita en nosotros, el Evangelio nos invita a vivir desde la Luz, obrando con amor, justicia, mansedumbre y verdad, para que nuestras obras sean hechas en Dios.

Hoy, decide caminar hacia la Luz.
Elige vivir desde el alma.
Cree en el Hijo y serás reflejo del Amor eterno.


Lectura del santo evangelio según san Juan (3,16-21):

Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios.
Este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras.
En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.

Palabra del Señor.

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