Cuando te sientas desanimado, angustiado, triste o atravesando una prueba, invoca a Jesús, medita en sus enseñanzas y confía en el amor y la bondad de Dios.

Recuerda siempre que todo es para bien, y da gracias a Dios en todo momento.

Con su vida y sus parábolas, Jesús nos mostró el camino de la fe.
Nuestra misión es cultivarla, para que cuando llegue la tormenta,
podamos permanecer firmes, confiando plenamente en que todo tiene un propósito divino.

Así que confía en la Palabra de Dios y vive en paz,
para que tu corazón no se turbe ante ninguna situación.
Y cada vez que lo necesites, solo di con el alma:

«Jesús, yo confío en Ti.»
«Jesús, yo confío en Ti.»
«Jesús, yo confío en Ti.»

Cuando la tormenta llega, la fe se revela

Jesús sube a la barca con sus discípulos.
De pronto, se desata una tormenta violenta.
Las olas golpean la embarcación y el miedo se apodera de todos…
menos de Jesús, que duerme.

Los discípulos, desesperados, lo despiertan:
“¡Señor, sálvanos, que perecemos!”

Jesús se levanta y les responde:
“¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?”
Y con una palabra, calma el viento y el mar.

Este momento no es solo un milagro.
Es una enseñanza del alma.

En este evangelio podemos interpretar que: El mar representa el mundo emocional,
las aguas profundas del subconsciente,
donde habitan nuestras dudas, miedos, y deseos ocultos.
Las tormentas no ocurren solo afuera, sino dentro del corazón.

Y la barca es tu vida.
Es el espacio donde navegas en este mundo de acción,
donde estás llamado a cumplir tu tikún, tu corrección espiritual.

La pregunta es:
¿quién gobierna tu barca cuando llega la tormenta?

La emuná, en la tradición judía, no es solo creer.
Es confiar con todo el ser, incluso cuando no entiendes,
incluso cuando sientes que Dios está “dormido”.

Jesús no les reprocha que lo hayan despertado.
Les reprocha su miedo, su falta de confianza,
su incapacidad de recordar quién va con ellos en la barca.

La cábala enseña que cuando el alma ha cultivado una conciencia elevada,
puede sostener la paz incluso en medio del caos.
Porque no reacciona desde el ego,
sino que actúa desde el centro, desde el alma unida a Dios.

Eso es emuná:
seguir remando con paz,
no porque todo esté tranquilo…
sino porque sabes que Dios está contigo.

La tormenta no llega para destruirte.
Llega para revelarte dónde estás parado espiritualmente.
¿Confías en lo que ves… o en lo que Dios prometió?
¿Te dejas llevar por las olas… o por la Palabra?

El miedo revela la desconexión.
La fe revela la presencia.

Y cuando decides confiar —incluso temblando—,
cuando afirmas: “Jesús, yo confío en Ti”
la tormenta empieza a calmarse, primero dentro de ti,
y luego afuera.

Porque en el Reino de Dios,
no se navega por vista…
sino por fe.


Lectura del santo evangelio según san Mateo (8,23-27):

En aquel tiempo, subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron. De pronto, se levantó un temporal tan fuerte que la barca desaparecía entre las olas; él dormía.
Se acercaron los discípulos y lo despertaron, gritándole: «¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!»
Él les dijo: «¡Cobardes! ¡Qué poca fe!»
Se puso en pie, increpó a los vientos y al lago, y vino una gran calma.
Ellos se preguntaban admirados: «¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y el agua le obedecen!»

Palabra del Señor.

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