Dios está en medio de todo. Tan solo debes abrir tu corazón para escucharlo con la sencillez de un niño, para así entender y fortalecer la fe.

Haz a un lado la soberbia y acepta que todo es voluntad de Dios.

Para entender a Dios, hay que escuchar con el corazón

En el Evangelio según san Mateo (13,10-17), los discípulos preguntan a Jesús por qué habla en parábolas. Él responde con una revelación profunda: no todos están listos para ver, oír y comprender los misterios del Reino. Y no porque Dios los oculte arbitrariamente, sino porque sus corazones se han endurecido y han cerrado sus oídos.

Desde la perspectiva de la cábala judía, esto se comprende como una verdad espiritual: la luz divina siempre está presente, pero no todos tienen el recipiente (kli) preparado para recibirla. El Zohar enseña que la luz del Creador es infinita, pero solo puede ser contenida por quien se vacía de orgullo y se llena de humildad. Por eso Jesús dice: “Bienaventurados los ojos que ven lo que ustedes ven”.

Dios habla todo el tiempo. Se manifiesta en los detalles, en las pruebas, en el amor, en el silencio. Pero para oír su voz, necesitas despertar tu alma, abrir tu corazón como un niño, y reconocer que hay más de lo que perciben tus sentidos.

La soberbia es la cáscara (klipá) que impide que la luz entre. Quien cree que ya sabe, que no necesita aprender, que todo depende de su propia fuerza, se cierra al Reino. Por eso Jesús enseñaba en parábolas: solo quien busca sinceramente con hambre espiritual, puede comprender el mensaje escondido.

El alma fue creada para percibir lo divino, pero necesita ser pulida. A veces, Dios permite el sufrimiento o la confusión para que el alma despierte. No es castigo, es tikún, corrección espiritual. Cada experiencia difícil es una oportunidad para romper la cáscara que oculta la luz.

Hoy, Jesús te invita a que escuches no solo con tus oídos, sino con tu ser profundo. A que mires no solo con tus ojos físicos, sino con los ojos del alma. A que dejes de buscar explicaciones racionales y empieces a abrirte al misterio de su presencia.

No estás solo. Dios está en medio de todo. Solo necesitas silencio, humildad y entrega para reconocerlo.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (13,10-17):

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los discípulos y le preguntaron: «¿Por qué les hablas en parábolas?»
Él les contestó: «A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no. Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Así se cumplirá en ellos la profecía de Isaías: «Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver; porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure.» ¡Dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! Os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron.»

Palabra del Señor.