La palabra de Dios puede considerarse como una semilla que se siembra en el corazón del ser humano. Sin embargo, para que esta semilla crezca y florezca hasta la vida eterna, es esencial que la persona abrace una vida de fe. La fe, en su esencia más profunda, implica aceptar con amor y confianza todo lo que la vida nos presenta, reconociendo que cada experiencia es parte del plan divino.
Llevar una vida de fe también significa seguir los mandamientos de Dios como un acto de creencia en el Creador y su voluntad. Estos mandamientos, transmitidos y enseñados por Jesucristo, el Señor, son las guías divinas que nos muestran cómo vivir en armonía con el propósito divino. Aquellos que tienen fe en Dios aceptan estos mandamientos como un camino hacia la verdad y la justicia, comprometiéndose a vivir de acuerdo con ellos en su búsqueda de la vida eterna.
Es un privilegio inmenso que se nos ha otorgado conocer los secretos del reino de Dios. Esta comprensión profunda nos equipa para vivir una vida de fe en la que aceptamos amorosamente todo lo que la vida nos presenta y seguimos los mandamientos divinos como expresión de nuestra creencia en el Creador y su voluntad, tal como fue enseñada por Jesucristo.
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Lectura del santo evangelio según san Lucas (8,4-15):
En aquel tiempo, se le juntaba a Jesús mucha gente y, al pasar por los pueblos, otros se iban añadiendo. Entonces les dijo esta parábola: «Salió el sembrador a sembrar su semilla. Al sembrarla, algo cayó al borde del camino, lo pisaron, y los pájaros se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso y, al crecer, se secó por falta de humedad. Otro poco cayó entre zarzas, y las zarzas, creciendo al mismo tiempo, lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y, al crecer, dio fruto al ciento por uno.»
Dicho esto, exclamó: «El que tenga oídos para oír, que oiga.»
Entonces le preguntaron los discípulos: «¿Qué significa esa parábola?»
Él les respondió: «A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del reino de Dios; a los demás, sólo en parábolas, para que viendo no vean y oyendo no entiendan. El sentido de la parábola es éste: La semilla es la palabra de Dios. Los del borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el diablo y se lleva la palabra de sus corazones, para que no crean y se salven. Los del terreno pedregoso son los que, al escucharla, reciben la palabra con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la prueba fallan. Lo que cayó entre zarzas son los que escuchan, pero, con los afanes y riquezas y placeres de la vida, se van ahogando y no maduran. Los de la tierra buena son los que con un corazón noble y generoso escuchan la palabra, la guardan y dan fruto perseverando.»
Palabra del Señor