Jesús siempre está atento a ti, esperando que lo invites a tu vida. Su amor incondicional fluye en cada instante, llenando tu corazón de paz y gracia. Cuando le abres la puerta, sus bendiciones vuelven a manifestarse en ti y a través de ti. Nunca olvides que Jesús te ama profundamente. Por eso, procura ser bueno y seguir sus enseñanzas, porque en el día del juicio nadie sabe con certeza qué le espera; solo en Él encontrarás la verdadera paz y la salvación eterna.

El rumor del Reino y el corazón inquieto

Herodes escucha hablar de Jesús y su corazón se llena de dudas: ¿quién es este hombre que hace cosas tan grandes?, ¿un profeta que resucitó, Elías que volvió, o alguien mayor aún?
Así ocurre también con nosotros: el alma oye un rumor de lo divino, y la mente busca explicaciones, pero no logra contener el misterio.

La cábala nos enseña que la luz del Creador siempre desciende al mundo en formas que desconciertan al ego. El Or Ein Sof, la Luz Infinita, se oculta en recipientes humildes, y la grandeza de Dios se manifiesta donde menos lo esperamos. Quien busca con los ojos de la carne, tropieza en la confusión; pero quien abre los ojos del alma, reconoce la huella del Eterno en cada acto de Jesús.

Herodes representa ese estado del hombre que escucha la voz del Reino pero no se atreve a abrir el corazón. Su inquietud es la semilla de la fe aún no nacida. Y es ahí donde la enseñanza se vuelve clara: la luz de Dios no se capta con la razón, sino con la entrega.

El mensaje es profundo: cuando la duda toque tu puerta, no la rechaces. Agradece, porque la duda es la antesala de la revelación. Solo quien se atreve a ir más allá de lo aparente descubre que Jesús es la encarnación de la Palabra viva, el canal por el cual la Luz infinita del Creador se derrama sobre la humanidad.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (9,7-9):

En aquel tiempo, el virrey Herodes se enteró de lo que pasaba y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado, otros que había aparecido Elías, y otros que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.
Herodes se decía: «A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es éste de quien oigo semejantes cosas?»
Y tenía ganas de ver a Jesús.

Palabra del Señor.