
Sé bueno.
Sigue las enseñanzas de Jesús y permite que Él se encarne en ti,
para que seas instrumento del cambio y caminante en la senda de la redención.
Sé bueno, por el bien de tu alma y por el bien de todos.
Sé bueno, por el bien de tu alma
El Evangelio dice: “¡Ay de ustedes, que edifican sepulcros a los profetas que sus padres mataron!”
Y en esas palabras resuena una verdad antigua: la historia humana está marcada por la ingratitud hacia la Luz.
En la cábala, se enseña que la Misericordia —Jésed— emana del mismo corazón de Dios.
Si el Eterno mirara con rigor cada falta, ningún hombre podría mantenerse en pie.
Vivimos porque Su compasión sostiene el mundo,
porque su misericordia antecede al juicio y le da a cada alma la oportunidad del retorno.
Sin embargo, hay una justicia que no duerme:
la que se levanta cuando alguien hiere a un profeta.
No sabemos quiénes son los profetas de nuestro tiempo.
Tal vez no llevan túnicas ni hablan en montes,
pero su voz, aunque callada, sigue siendo eco del Espíritu.
Un profeta es un cocreador, un alma en la que la fe se vuelve acto,
una chispa despierta que participa de la Obra divina trayendo luz a la materia.
Por eso Jesús nos enseña: sé bueno.
Haz el bien y no mires a quién,
pues quien hiere a un profeta hiere al canal de la Gracia,
y la herida que causa volverá sobre sí como eco de su propio acto.
La cábala enseña que cada acción despierta una reacción en los mundos superiores,
y lo que sembramos con dureza nos será devuelto con exactitud.
Así, la bondad no es sólo virtud moral:
es escudo espiritual ante la tribulación.
Quien practica el bien con pureza de intención
se alinea con la corriente de la Misericordia,
y esa corriente lo preserva cuando llega la hora del juicio.
Por eso, sé bueno, no por temor, sino por amor.
Porque la bondad te hace reflejo del Creador,
y en ese reflejo tu alma encuentra descanso.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (11,47-54):
En aquel tiempo, dijo el Señor: «¡Ay de vosotros, que edificáis mausoleos a los profetas, después que vuestros padres los mataron! Así sois testigos de lo que hicieron vuestros padres, y lo aprobáis; porque ellos los mataron, y vosotros les edificáis sepulcros. Por algo dijo la sabiduría de Dios: «Les enviaré profetas y apóstoles; a algunos los perseguirán y matarán»; y así, a esta generación se le pedirá cuenta de la sangre de los profetas derramada desde la creación del mundo; desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías, que pereció entre el altar y el santuario. Sí, os lo repito: se le pedirá cuenta a esta generación. ¡Ay de vosotros, maestros de la Ley, que os habéis quedado con la llave del saber; vosotros, que no habéis entrado y habéis cerrado el paso a los que intentaban entrar!»
Al salir de allí, los escribas y fariseos empezaron a acosarlo y a tirarle de la lengua con muchas preguntas capciosas, para cogerlo con sus propias palabras.
Palabra de Señor.