Recuerda que la vida es eterna, y que la paciencia todo lo alcanza.

Por eso, vive con fe, confiando en los planes y en la palabra de Dios, quien te ha dado la vida terrenal como un regalo para el perfeccionamiento de tu alma. Vive en amor, conforme a la voluntad divina.

Vive cada día como si fuera el último, no en desesperación, sino en plena conciencia de tus actos, conservando la pureza de tu espíritu, para que cuando llegue el juicio, todo sea más llevadero.

Y no olvides que solo una cosa es verdaderamente importante: la salvación del alma.

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El Guardián del Alma

Jesús habló de la vigilancia como quien revela un misterio del alma:
“El siervo fiel vela, porque no sabe la hora en que su señor vendrá.”
No se refería a un tiempo externo, sino al instante en que la Luz toca el alma y la convoca al despertar.

En lenguaje de la Cábala, ese “señor que llega” es la Presencia Divina —la Shejiná— que desciende cuando el alma ha alcanzado cierto grado de pureza.
Y el ladrón del que habla Jesús es el ego, el yetzer hará, esa fuerza de separación que roba la energía divina cuando el corazón se duerme.

Por eso Jesús dice: “Estad preparados”, como quien invita al alma a vivir en constante consciencia, en devekut, unión con el Creador.
No basta con creer; hay que despertar la luz interior y sostenerla en medio de la oscuridad.
El siervo que vela es aquel que transforma cada instante en un acto sagrado, que ve en lo cotidiano la voz del Eterno.

La vida terrenal, dice la Cábala, es el escenario del tikkun —la corrección del alma—.
Cada error, cada caída, cada prueba, son oportunidades para restaurar la armonía perdida entre el Cielo y la Tierra.
Jesús, al hablar de los siervos y del juicio, no amenaza: enseña.
Nos muestra que el alma será llamada a rendir cuentas de cuánta luz permitió pasar a través de sí.

Por eso dice: “A quien mucho se le dio, mucho se le pedirá.”
Es la ley del flujo divino: la Luz no puede estancarse; debe circular.
Quien recibe revelación, sabiduría, amor o poder, debe usarlos para elevar al mundo.
El alma que retiene, se apaga; la que comparte, se enciende más.

Vigilar, entonces, no es vivir con miedo al castigo, sino vivir en presencia, con la lámpara del corazón encendida.
La vigilancia de Jesús es la misma que la Cábala enseña: la del justo que no duerme, porque sabe que el instante puede ser una puerta al infinito.

Así, el mensaje de Jesús y la enseñanza de la Cábala convergen en una sola verdad:
El propósito de la vida es despertar la conciencia divina en el alma humana.
Y solo quien vive despierto puede reconocer la llegada del Señor, porque el Señor llega cada día, en cada acto, en cada respiración.

 


Lectura del santo evangelio según san Lucas (12,39-48):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete. Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.»
Pedro le preguntó: «Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos?»
El Señor le respondió: «¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la ración a sus horas? Dichoso el criado a quien su amo, al llegar, lo encuentre portándose así. Os aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes. Pero si el empleado piensa: «Mi amo tarda en llegar», y empieza a pegarles a los mozos y a las muchachas, a comer y beber y emborracharse, llegará el amo de ese criado el día y a la hora que menos lo espera y lo despedirá, condenándolo a la pena de los que no son fieles. El criado que sabe lo que su amo quiere y no está dispuesto a ponerlo por obra recibirá muchos azotes; el que no lo sabe, pero hace algo digno de castigo, recibirá pocos. Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá.»

Palabra del Señor.

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