
Para alcanzar el Reino de Dios es necesario caminar por la senda de la vida, tal como nos la enseña Jesús.
Por eso, haz siempre lo que es correcto, aun cuando nadie en este mundo lo vea, sabiendo que Dios todo lo ve.
Escucha la voluntad de Dios y discierne antes de actuar, para que tu elección permanezca en Su camino.
Haz siempre lo que es correcto.
La coherencia del corazón
El camino hacia Dios no se mide por las palabras que pronunciamos, sino por los pasos que damos cuando llega la hora de actuar. La cábala enseña que la verdad espiritual desciende al mundo solo cuando se convierte en acción, cuando la intención del corazón se reviste de obras justas.
Decir “sí” sin obedecer fractura el alma; decir “no” y luego rectificar la conducta la repara. En ese retorno silencioso se realiza el tikkún: la corrección interior que alinea la voluntad humana con la Voluntad divina. Dios no busca discursos perfectos, sino corazones capaces de transformarse.
Cada elección cotidiana abre o cierra un canal de luz. Cuando el discernimiento precede al acto, la conciencia se eleva y la vida se ordena. No importa el punto de partida, sino la dirección final del movimiento del alma.
La justicia vivida en lo oculto pesa más que la obediencia proclamada en voz alta. Allí, donde nadie aplaude, el Reino comienza a manifestarse.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (21,28-32):
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: «Hijo, ve hoy a trabajar en la viña.» Él le contestó: «No quiero.» Pero después recapacitó y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: «Voy, señor.» Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?»
Contestaron: «El primero.»
Jesús les dijo: «Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis.»
Palabra del Señor.