Deja que Jesús nazca en tu corazón y recibe ese toque de amor, permitiendo que tu Padre celestial te abrace con su misericordia.

Una vez que inicies este camino de transformación en la fe, no vuelvas la mirada atrás.

Cree que todo es posible para Dios y recuerda siempre que así lo quiere el Señor.

Cultiva la fe y serás verdaderamente libre.

Que la gracia del Señor Jesucristo sea contigo.

Para tener en cuenta:

  1. Apertura a la gracia de Dios: La invitación a “dejar que Jesús nazca en tu corazón” enfatiza la importancia de abrirse a la gracia y al amor divinos, permitiendo que Cristo transforme nuestra vida desde lo más profundo.
  2. Fe como certeza de lo imposible: “Cree que todo es posible para Dios” recalca la potencia de la fe. Confiar plenamente en Él implica reconocer que sus planes superan nuestro entendimiento y que puede obrar en cualquier circunstancia, por difícil que parezca.
  3. Libertad y transformación:Cultivar la fe conduce a la libertad, porque libera del miedo y arraiga en la esperanza. Este proceso transforma la vida diaria cuando se vive en comunión constante con Dios y bajo sus enseñanzas.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (2,1-12):

Habiendo nacido Jesús en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando:
«¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo».
Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó y toda Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenia que nacer el Mesías.
Ellos le contestaron:
«En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta:
“Y tú, Belén, tierra de Judá,
no eres ni mucho menos la última
de las poblaciones de Judá,
pues de ti saldrá un jefe
que pastoreará a mi pueblo Israel”».
Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles:
«ld y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo».
Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino y, de pronto, la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño.
Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con Maria, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.
Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se retiraron a su tierra por otro camino.

Palabra del Señor.

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