En el Evangelio según San Lucas (14,1-6), nos encontramos con un pasaje que nos invita a reflexionar sobre la importancia de la misericordia en nuestras vidas. En este relato, Jesús nos muestra un camino hacia la comprensión de su mensaje fundamental: somos llamados a ser instrumentos de la misericordia de Dios en este mundo.
La escena comienza con Jesús entrando en la casa de un fariseo en el día de reposo. En ese lugar, observa a un hombre enfermo de hidropesía. Ante esta situación, Jesús plantea una pregunta que nos obliga a reflexionar: «¿Está permitido sanar en sábado o no?». La respuesta es evidente: la misericordia no conoce de horarios o restricciones. La misericordia fluye incesantemente, y nosotros somos llamados a ser canales de esa misericordia divina.
En nuestras vidas, a menudo nos vemos atrapados por preocupaciones mundanas y ocupados por nuestras rutinas diarias. En ocasiones, podemos olvidar el llamado de Dios a ser misericordiosos. Pero este pasaje nos recuerda que cuando no somos misericordiosos, nos alejamos del camino de Dios. La misericordia es el núcleo de su enseñanza, y es a través de la misericordia que podemos acercarnos a Él.
¿Le damos prioridad a los actos de misericordia en nuestra vida diaria? ¿Somos conscientes de la oportunidad que se nos presenta cada día para mostrar amor y compasión a los demás? En medio de nuestras actividades cotidianas, debemos preguntarnos si estamos siguiendo el ejemplo de Jesús, quien siempre priorizó la misericordia sobre cualquier otra cosa.
La gloria no es para nosotros, sino para Dios. Él es el origen de toda misericordia, y nuestra capacidad de ser instrumentos de su gracia proviene de Él. Cuando vivimos rectos, haciendo el bien todos los días, estamos cumpliendo con el propósito divino en nuestras vidas. La misericordia no solo nos acerca a Dios, sino que también nos acerca unos a otros, construyendo un mundo mejor.
En conclusión, el pasaje del Evangelio de Lucas nos recuerda que somos llamados a ser instrumentos de la misericordia de Dios. Al hacerlo, nos acercamos a su camino y cumplimos con su deseo de que vivamos rectos, haciendo el bien todos los días. La misericordia debe ser una prioridad en nuestras vidas, recordando siempre que la gloria es para Dios.