En la lectura del Evangelio según Juan (1,6-8.19-28), somos testigos de la presencia de Juan el Bautista, un hombre enviado por Dios para dar testimonio de la luz que está por venir. En este relato, encontramos lecciones valiosas que nos invitan a reflexionar sobre cómo podemos convertirnos en fuentes de luz en nuestro propio camino espiritual.
Juan el Bautista no era la luz, pero vino para dar testimonio de la luz que es Jesucristo. De manera similar, nosotros, como seguidores de Cristo, tenemos la responsabilidad de reflejar esa luz en nuestra vida diaria. Para ser fuentes de luz, es esencial ser buenos en todo momento, no solo en nuestras acciones visibles, sino también en nuestros pensamientos y palabras.
Ser fuente de luz implica coherencia en nuestra manera de vivir. No basta con actuar bien externamente; debemos asegurarnos de que nuestros pensamientos y palabras estén alineados con la verdad y el amor. La coherencia es la llave que desbloquea el potencial de ser verdaderos portadores de luz en el mundo.
La oración es el medio por el cual nuestro corazón se abre a la presencia del Espíritu Santo. Al vivir en constante comunicación con Dios, permitimos que Su luz transforme nuestra vida. Es a través de la oración que fortalecemos nuestro vínculo con lo divino y nos convertimos en instrumentos para proclamar la Palabra de Dios en nuestro entorno.
Cuando vivimos de acuerdo con los principios del Evangelio, nos convertimos en testimonios vivos de la luz de Cristo. Nuestra vida se convierte en un faro que guía a otros hacia la verdad y el amor. Ser fuente de luz significa irradiar la gracia y la compasión en cada interacción, mostrando al mundo la belleza de una vida en comunión con Dios.
En resumen, el Evangelio de Juan nos llama a seguir el ejemplo de Juan el Bautista y ser testigos de la luz de Cristo en todo momento. Ser fuentes de luz implica vivir con integridad, en pensamiento, palabra y acción, manteniendo una conexión constante con Dios a través de la oración. Al hacerlo, nos convertimos en testimonios vivos de la luz que trasciende las tinieblas del mundo.
Que este llamado nos inspire a ser auténticos portadores de la luz divina, iluminando así nuestro propio camino y el de aquellos que nos rodean.