En el evangelio de Mateo 10:16-23, Jesús nos advierte: «no os fiéis de la gente», y este mensaje trasciende la simple desconfianza en los demás. Jesús, con su vida y palabras, nos muestra el camino de la Fe, revelándonos el secreto de la salvación cuando dice: «el que persevere hasta el final se salvará».

Es vital en nuestro caminar diario tener presente las enseñanzas de Jesús. Debemos fortalecer nuestra Fe, confiando en que Dios tiene un plan perfecto para nosotros y que todo lo que ocurre es por Su voluntad y para el bien de nuestra alma. Al vivir con esta certeza, comprendemos que nuestra fe no debe depender de las acciones o intenciones de los demás, sino de nuestra relación personal con Dios.

Vivir en este mundo implica enfrentarnos a pruebas constantes de nuestra fe.

El camino es individual y único para cada uno de nosotros. Por eso, Jesús nos insta a ser «sagaces como serpientes y sencillos como palomas». Por eso, antes de actuar o hablar, meditemos en la voluntad de Dios. Seamos prudentes y astutos para discernir las intenciones, pero mantengamos la pureza y sencillez en nuestro corazón.

Al confiar primero en Dios y sus enseñanzas, no sólo navegamos mejor las adversidades, sino que también entendemos que no estamos solos en este viaje. Nuestra Fe debe ser firme, no influenciada por las imperfecciones humanas, sino arraigada en la perfecta sabiduría divina.

Disfrutemos de esta vida material viviendo de acuerdo a la palabra de Dios, conscientes de que cada experiencia, buena o mala, es una oportunidad para fortalecer nuestra Fe y acercarnos más a Él.

Que nuestra confianza y esperanza estén siempre puestas primero en Dios, quien nunca nos fallará.

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