Jesús nos enseñó que todo el que pide, recibe.
Pero no se trata de pedir una vez y ya.
El alma necesita hablar con Dios cada día,
en lo secreto, en lo sencillo,
con palabras propias, desde el corazón.
Agradece, arrepiéntete,
haz silencio y escucha,
vuelve tu alma al Creador,
y luego pide lo que necesitas.
Porque quien busca a Dios cada día,
termina encontrándolo…
y con Él, todo lo demás.
La puerta que se abre todos los días
En el Evangelio de Lucas, Jesús nos revela un misterio eterno: “Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá.”
Pero este llamado no es para un instante fugaz, sino para una vida de intimidad diaria con Dios.
Desde la mirada de la cábala, entendemos que el alma fue creada con un anhelo profundo: regresar a su origen divino. Cada día es una oportunidad para rectificar, limpiar, elevar. Pero este proceso no ocurre por costumbre o por fórmulas repetidas. Ocurre cuando el alma se desnuda ante su Creador.
Por eso Jesús nos enseña a orar en secreto, con autenticidad, sin palabras vacías.
La hitbodedut, una práctica mística judía que significa “estar a solas”, es ese mismo camino. Un encuentro íntimo, personal, diario, en el que el alma se conecta con el Infinito.
En ese espacio de soledad sagrada, la persona agradece, se arrepiente, hace conciencia de su vida, se compromete a cambiar, y finalmente pide. Pero no pide como quien exige, sino como quien confía.
La cábala enseña que cada día tiene una puerta espiritual. Una oportunidad única que no se repetirá. Y quien entra por esa puerta con sinceridad, transforma su realidad.
Jesús nos muestra que esa puerta se abre con la oración diaria, con el diálogo sincero con el Padre. Porque todo el que pide… recibe. Pero solo quien persevera en el amor, entiende lo que verdaderamente debe pedir.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (11,1-13):
UNA vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo:
«Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos».
Él les dijo:
«Cuando oréis, decid: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación”».
Y les dijo:
«Suponed que alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche y le dice:
“Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle”; y, desde dentro, aquel le responde:
“No me molestes; la puerta ya está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos”; os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por su importunidad se levantará y le dará cuanto necesite.
Pues yo os digo a vosotros: pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abre.
¿Qué padre entre vosotros, si su hijo le pide un pez, le dará una serpiente en lugar del pez? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión?
Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que le piden?».
Palabra del Señor