Jesús nos revela que nuestra mirada debe dirigirse hacia el interior, conscientes de que vivimos en el mundo, pero sabiendo que lo que realmente importa es la vida eterna. Por eso, cuando seguimos sus enseñanzas no caeremos en manos de los hombres, cuyo objetivo es que tropecemos ante la ausencia de las leyes divinas por miedo al sufrimiento en este mundo material. Sin embargo, el misterio de la existencia va más allá, y aquello que consideramos un enigma es, en verdad, una revelación dada por Jesús.

Es mejor morir como un mártir que vivir esta vida como un malvado, porque existe una recompensa final que solo reciben quienes permanecen fieles a la verdad.

El Tikún del Alma que Recuerda la Luz

La cábala enseña que cada alma desciende al mundo con un tikún, una reparación precisa que debe cumplir para revelar la luz que le fue confiada desde el origen. Así, cuando contemplamos las palabras del Maestro, entendemos que Jesús no nos invita a mirar el esplendor del mundo exterior, sino a reconocer el viaje interior del alma, donde se decide nuestra verdadera eternidad.

El alma camina por senderos ocultos, enfrentando pruebas que buscan apartarla de su propósito. Por eso, los hombres que se oponen a la luz intentan sembrar miedo, pues el temor desordena el tikún y nubla la memoria espiritual. Pero Jesús nos recuerda que, en el momento de la prueba, Él mismo pondrá en nuestra boca lo que debemos decir. No porque las palabras aparezcan de la nada, sino porque despertará en nosotros lo que ya fue sembrado desde antes, lo que hemos estudiado, lo que hemos contemplado en la palabra divina.

La cábala enseña que nada se revela sin preparación. Así como la Jojmá necesita de la Biná para tomar forma, la revelación necesita del estudio constante para hacerse vida. Por eso, cuando Jesús promete iluminarnos en la hora decisiva, también nos llama a mantenernos en estudio, porque solo quien bebe de la fuente puede reconocer la verdad cuando llegue. Todo lo demás es ilusión, klipá, cáscara que cubre la luz y busca desviarnos del camino del alma.

Permanece en la palabra divina, porque es allí donde se afina el espíritu, donde el tikún se ordena y donde la voz del Maestro puede resonar sin obstáculos. Así, aun en medio de persecuciones y temores, el alma que recuerda su propósito no cae, pues sabe que el mundo es apenas un pasaje y que la verdadera victoria se mide en la fidelidad a la luz que Dios nos encomendó desde el principio.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (21,5-19):

En aquel tiempo, como algunos hablaban del templo, de lo bellamente adornado que estaba con piedra de calidad y exvotos, Jesús les dijo:
«Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida».
Ellos le preguntaron:
«Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?».
Él dijo:
«Mirad que nadie os engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre diciendo: “Yo soy”, o bien: “Está llegando el tiempo”; no vayáis tras ellos.
Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico.
Porque es necesario que eso ocurra primero, pero el fin no será enseguida».
Entonces les decía:
«Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países, hambres y pestes.
Habrá también fenómenos espantosos y grandes signos en el cielo.
Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, y haciéndoos comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre. Esto os servirá de ocasión para dar testimonio.
Por ello, meteos bien en la cabeza que no tenéis que preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro.
Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os entregarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán a causa de mi nombre.
Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».