
Hay frases que, al escucharlas, parecen duras como una puerta cerrada. Sin embargo, cuando se miran con los ojos del espíritu, se abren como un amanecer. Tal es el caso de esta sentencia antigua: “Al que tiene se le dará, y al que no tiene se le quitará incluso lo que tiene.” Muchos la han interpretado desde la angustia, como si fuera un juicio o una condena. Pero al sumergirnos en la sabiduría de la cábala, descubrimos que no habla de castigo, sino de leyes espirituales que sostienen el movimiento de toda la creación.
La cábala enseña que cada ser humano es una vasija de luz. No somos recipientes hechos de barro ni de carne: somos recipientes de posibilidad. La vasija es la capacidad interior de recibir, transformar y elevar la energía divina que desciende a este mundo. Y aquí se revela el misterio profundo: una vasija abierta se expande; una vasija cerrada se contrae. No es porque el cielo premie a unos y castigue a otros, sino porque la luz solo puede habitar donde tiene espacio.
Por eso, “tener” no significa acumular objetos. “Tener” significa poseer apertura, movimiento, intención, disposición. Quien agradece, quien actúa, quien siembra, quien se arriesga a dar un paso aunque tiemble —ese “tiene”. Su vasija vibra, respira, se ensancha. Y como está abierta, puede recibir más. La expansión atrae expansión.
En cambio, “no tener” no alude a la pobreza material, sino a la pobreza interior: miedo que paraliza, resentimiento que endurece, pasividad que adormece, conciencia que se encoge. Esa vasija se cierra, se contrae, pierde su forma espiritual. Y al cerrarse, ya no retiene nada. Incluso lo poco que poseía se le escurre entre los dedos, no porque alguien se lo quite, sino porque no hay espacio para sostenerlo.
Esta verdad puede ser liberadora para quienes han trabajado sin ver resultados. Si tus manos han estado vacías, no significa que estés maldito. Significa que tu vasija está siendo invitada a abrirse. Nada está perdido. La luz no te negó; tú solo necesitas espacio interior para recibir aquello que ya fue decretado para ti. La cábala nunca dice “no tienes derecho”. Dice: “tu alma puede expandirse más”. Cuando comienzas a agradecer incluso lo mínimo, cuando actúas desde lo que sí posees —talento, voluntad, fe, una idea, un paso pequeño— la vasija se ensancha. Y una vez se abre, lo que estaba retenido arriba comienza a descender.
Y para quienes sienten miedo al avanzar, este principio es un faro. La luz no castiga el movimiento; castiga la inercia. La parálisis consume más vida que el error. El universo no responde a la perfección, sino a la intención. Dar un paso, aunque sea incierto, ensancha la vasija. Publicar lo que temes publicar, emprender lo que temes emprender, pedir lo que temes pedir… esos actos no te exponen: te abren. Te vuelven conductor de una luz que llevaba demasiado tiempo esperando un cauce.
“Al que tiene se le dará” significa que la expansión interior crea expansión exterior. “Al que no tiene se le quitará” significa que la contracción trae consigo más contracción. Nada aquí es destino fijo. Todo es movimiento. Abrir o cerrar depende de cada alma.
La buena noticia —la gran noticia— es que la vasija puede reconfigurarse en cualquier instante. No importa cuántas veces se haya roto, cuántas veces hayas sentido que perdiste, cuántas oportunidades creíste haber desperdiciado. La vasija se abre cuando tú te abres. Y cuando eso ocurre, la luz que parecía lejana se precipita hacia ti con una fuerza que transforma la vida.
El cielo no te mide por lo que tienes, sino por lo que estás dispuesto a expandir. Abre tu vasija. Declara tu disponibilidad. Da el paso que estás temiendo. En ese acto, lo invisible empieza a moverse. Y comprenderás por qué esta frase antigua no era un juicio, sino una promesa: a quien se atreve a abrirse, se le dará; a quien se cierra, no le puede ser entregado.
La luz siempre estuvo allí. Solo espera espacio para entrar.