Jesús, maestro de vida, nos enseña el camino a la casa de Dios, guiando nuestros pasos cuando lo dejamos entrar en nuestro corazón.
¿Dejas entrar a Jesús en tu corazón para vivir el amor del Padre y seguir sus enseñanzas, camino a la redención?
Si así lo quieres, que así sea.
Tan solo haz esta corta oración:
Jesús, mi Señor y Redentor, yo te acepto con amor;
entra a mi corazón y guía mis pasos camino a la vida eterna,
haz que tus enseñanzas se guarden en mi corazón,
permíteme aceptar que todo lo que me pasa en esta vida es para bien,
y dame la gracia de la fe.
Siempre que pases por algo que no puedas entender, repite:
«Jesús, yo confío en ti»
«Jesús, yo confío en ti»
«Jesús, yo confío en ti»
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Reflexión inspirada en Juan (20,1-9) con la sabiduría de la cabala
El sepulcro está vacío. María Magdalena corre a anunciar lo que ha visto, y Pedro y el discípulo amado llegan al lugar y encuentran las vendas en el suelo… pero aún no comprenden. El cuerpo no está, pero algo más profundo está sucediendo. El misterio de la resurrección no se revela solo con los ojos, sino con el corazón que se abre a la verdad espiritual.
Desde la sabiduría de la cabala, entendemos que lo oculto tiene un propósito. La luz divina se revela cuando nuestra vasija —el alma— ha sido moldeada por la humildad, el amor y la apertura. La resurrección de Jesús no es solo un milagro físico: es una enseñanza cósmica. Nos muestra que la muerte no es el final, sino una transición; que el cuerpo puede morir, pero el alma —si está unida al Creador— renace en gloria.
El Zóhar enseña que la luz solo puede manifestarse tras una contracción, una ocultación. Y así, en la aparente ausencia de Jesús, se revela la presencia más sublime: la certeza de que el Hijo ha vencido a la muerte. La ausencia del cuerpo es el inicio de la presencia eterna.
Este mensaje nos llama a confiar. No todo lo que parece vacío está perdido. Hay momentos en que Dios se oculta para enseñarnos a buscar con el alma. La fe es ese puente entre lo que no entendemos y lo que aún no vemos, pero intuimos como verdadero.
Jesús resucitado es la máxima expresión de esa luz divina. Y nos deja un camino: creer antes de ver, amar incluso en el silencio, y caminar sabiendo que la vida espiritual siempre trasciende a la material.
Hoy se abre una nueva puerta: la posibilidad de renacer con Él. De permitir que su resurrección no solo sea un evento en la historia, sino un despertar en tu propia alma.
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Lectura del santo evangelio según san Juan (20,1-9):
EL primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.
Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo:
«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró.
Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.
Palabra del Señor.