Jesús vino al mundo para enseñarnos, con su ejemplo, que Él es el camino que nos revela la verdad sobre cómo llegar a la vida eterna. Nos mostró el secreto para recorrer ese camino de la forma más sencilla: su mandamiento de amor. Porque lo que quiere revelarnos es que incluso en la traición del hombre, Dios se glorifica. ¿Entonces, por qué enfadarnos?

Si algo sucede en tu vida, es porque tenía que suceder. Así que no te compliques. Ante cualquier situación, pasa la página y continúa tu vida con amor, con el amor de Jesús.

La Gloria de Dios en lo que no entendemos

Jesús nos reveló un secreto que solo puede ser entendido con el corazón:
Dios se glorifica incluso en la traición.

Desde la cábala, aprendemos que todo lo que vivimos ha sido permitido por Dios. No como castigo, sino como parte del tikún, la corrección del alma. El alma de cada uno vino a este mundo con un trabajo pendiente, y a veces, lo más duro que atravesamos es justo lo que nos libera.

Cuando Judas se levantó de la mesa y lo traicionó, Jesús no gritó, no se defendió. Dijo: “Ahora es glorificado el Hijo del Hombre.”
¿Qué significa eso?

Que la gloria de Dios no se manifiesta solo en los milagros y lo visible, sino en el alma que, aun siendo herida, elige seguir amando.

Ese es el nivel más alto del alma: cuando acepta lo que duele y lo transforma en luz.
Porque lo que el ego llama injusticia, el alma lo reconoce como una puerta.
Una puerta que, si se cruza con amor, conduce a la vida eterna.

Por eso Jesús no nos dejó una nueva ley.
Nos dejó un mandamiento más alto: amar como Él amó.

No se trata solo de amar a los que nos aman.
Se trata de no romper el flujo de amor, ni siquiera cuando nos traicionan.
Ese es el camino más fácil: no resistir lo que Dios permite, y caminar con amor.

La cábala lo dice claro: todo lo que ocurre es parte del plan.
Y la emuná nos enseña a aceptar que lo que vivimos no es un error, sino una oportunidad para revelar la luz.

Lectura del santo evangelio según san Juan (13,31-33a.34-35):

Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús: «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en si mismo: pronto lo glorificará. Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros.»

Palabra de Señor