¿Amas a Jesús?

Si lo amas, sigue sus enseñanzas y permite que Él se encarne en ti.

Fortalece tu confianza abandonándote a su misericordia. Deja que la vida fluya bajo las leyes del amor, sabiendo que Dios tiene el control de todo y obra en su tiempo perfecto.

Recuerda que todo lo que viene de Dios es bueno. Da gracias y vive conforme a las enseñanzas de Jesús, caminando así por la senda correcta hacia la vida eterna.

Si amas a Jesús, que tus actos sean motivo de su honra.

Amar es reparar

Jesús resucitado se aparece a sus discípulos y le pregunta tres veces a Pedro: “¿Me amas?” No es una simple pregunta; es una oportunidad para reparar. Cada afirmación de amor de Pedro sana una de sus tres negaciones previas. En la cábala, esto se entiende como tikkun, la corrección o reparación del alma.

Según la cábala, venimos a este mundo con el propósito de rectificar y elevar nuestro ser, corrigiendo desequilibrios causados por acciones pasadas —nuestras o incluso de generaciones anteriores—. Pedro, al afirmar su amor, no solo restituye la relación con Jesús; también transforma su caída en una nueva misión: “Apacienta mis ovejas”. Es decir, de su fragilidad nace su responsabilidad. En el lenguaje místico: del din (juicio) surge la rajamim (misericordia).

Jesús no buscaba una confesión emocional, sino un compromiso profundo. Y Pedro, al responder con humildad, se ofrece por completo. Así es como reparamos: reconociendo nuestra imperfección y respondiendo con amor activo.

La cábala enseña que la luz solo entra en los recipientes rotos cuando estos se abren. Pedro estaba roto, pero abierto. Y por eso pudo ser llenado. Por eso pudo amar verdaderamente.

En nuestras propias vidas, cuando fallamos, cuando negamos, cuando huimos, Jesús también se acerca con una pregunta silenciosa: “¿Me amas?” Si respondemos con sinceridad, ese amor se convierte en camino, en corrección, en misión.

No importa cuánto hayamos fallado, el alma puede corregirse. El amor transforma el error en propósito.


Lectura del santo evangelio según san Juan (21,15-19):

Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos, después de comer con ellos, dice a Simón Pedro:
«Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?»
Él le contestó: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.»
Jesús le dice: «Apacienta mis corderos.»
Por segunda vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?»
Él le contesta: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.»
Él le dice: «Pastorea mis ovejas.»
Por tercera vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?»
Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le contestó: «Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero.»
Jesús le dice: «Apacienta mis ovejas. Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras.»
Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios.
Dicho esto, añadió: «Sígueme.»

Palabra del Señor.

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