Jesús nos enseña a aceptar la voluntad de Dios sin juzgar las acciones de los demás, revelándonos que todo sucede conforme a Su voluntad.

Eso sí, nos advierte que quien actúa mal deberá enfrentar las consecuencias, cuando dice:
«¡Ay del que va a entregar al Hijo del hombre! Más le valdría no haber nacido.»

La codicia de Judas lo llevó a entregar a Jesús, demostrando así su apego a lo material y no a lo espiritual.

La transgresión que se comete por codicia nace del desagradecimiento hacia Dios. Va en contra de la fe, porque es como si no aceptaras lo que Dios te ha dado.

Está mandado:
«No codiciarás la casa de tu prójimo, ni a su mujer, ni a su siervo ni a su esclava, ni su buey ni su asno, ni nada que le pertenezca a tu prójimo.»
Éxodo 20:17

El camino de la vida y la aceptación del plan de Dios
Inspirado en Mateo 26,14–25

En el Evangelio, vemos a Judas tomar la decisión de entregar a Jesús. Lo hace por codicia, pero también porque su corazón se había desconectado del propósito divino. Esta escena nos revela una gran verdad espiritual: cada uno de nosotros tiene el poder de elegir entre el camino de la vida o el camino de la muerte.

La cábala nos enseña que el libre albedrío es uno de los regalos más sagrados que Dios nos dio. En cada pensamiento, en cada palabra, en cada acto, se nos presenta una oportunidad: colaborar con el Tikún (la reparación del alma y del mundo), o alejarnos de la luz.
Judas eligió desde la sombra. No porque estuviera predestinado a hacerlo, sino porque no supo discernir la voz del Creador dentro de sí.

Dios tiene un plan para cada alma. Jesús lo sabía, y por eso aceptó su destino con amor. No se rebeló, no se resistió. Sabía que, aunque el acto de traición era oscuro, formaba parte de un propósito mayor. Así, nos enseñó que aceptar la voluntad de Dios es confiar en que todo tiene sentido, incluso cuando no lo entendemos.

Pero esa aceptación no significa pasividad. Al contrario: significa discernimiento.
Discernir para hacer el bien, para elegir la vida, para actuar con rectitud incluso cuando el mundo nos invita a lo contrario. Eso es lo que quiere Dios.

El Zóhar, texto central de la cábala, dice que “la luz solo se revela cuando se elige desde el interior”.
Judas eligió la oscuridad, pero nosotros aún tenemos la opción.
Cada día, cada instante, es una nueva posibilidad para elegir la luz, para hacer el bien, para cumplir el plan de Dios con humildad y fe.


Lectura del santo evangelio según san Mateo (26,14-25):

En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, a los sumos sacerdotes y les propuso: «¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?»
Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
El primer día de los Ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?»
Él contestó: «ld a la ciudad, a casa de Fulano, y decidle: «El Maestro dice: Mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos.»»
Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce.
Mientras comían dijo: «Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.»
Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro: «¿Soy yo acaso, Señor?»
Él respondió: «El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!; más le valdría no haber nacido.»
Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: «¿Soy yo acaso, Maestro?»
Él respondió: «Tú lo has dicho.»

Palabra del Señor.

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