La meta es el cielo
Jesús nos enseña el camino hacia la vida en el Reino de Dios, invitándonos a dejar atrás el pasado para vivir en plenitud.
Lleva una vida espiritual, dando gracias a Dios en todo lugar y momento, siendo consciente en tu actuar cotidiano.
¡Que vivan la fe, la esperanza y el amor!
Que Jesús reine por siempre en nuestro corazón.
Y recuerda: la meta… es el cielo.
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Seguir a Jesús: dejarlo todo para encontrarlo todo
En el Evangelio de Mateo, un escriba se acerca a Jesús y le dice:
“Maestro, te seguiré a donde vayas”.
Pero Jesús le responde con una advertencia:
“Las zorras tienen guaridas y las aves nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza”.
Otro le pide permiso para ir primero a enterrar a su padre,
y Jesús le contesta con firmeza:
“Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos”.
Estas respuestas pueden parecer duras…
pero en realidad son invitaciones a despertar.
Desde la Cábala, el alma encarnada en este mundo vino a cumplir un tikún,
una corrección espiritual que se realiza a través del desapego, la acción y el despertar interior.
Y Jesús, como verdadero maestro del alma,
nos enseña que seguirlo implica soltar la seguridad aparente de lo material
para vivir según la verdad del Reino.
Cuando dice que no tiene dónde reclinar la cabeza,
Jesús nos revela que el camino espiritual no promete comodidad,
sino propósito.
Y que el alma que realmente quiere seguir a Dios debe estar dispuesta
a dejar atrás los apegos, las costumbres familiares, las excusas y los retrasos emocionales.
En la Cábala, el apego al pasado —ya sea a personas, roles o estructuras—
puede convertirse en una cadena que impide al alma elevarse.
Por eso, Jesús no anula la Ley, sino que la lleva a su plenitud:
no basta con cumplir normas externas si el corazón sigue aferrado a lo viejo.
Seguir a Jesús es, entonces, un llamado radical a la transformación interior.
Es morir a la identidad que el mundo nos impuso,
para nacer a la verdadera identidad que Dios ya sembró en nosotros.
Es abandonar la comodidad del “luego”,
y responder con fe al “ahora”.
No es Jesús quien pone una carga pesada.
Es el alma la que debe soltar su peso para poder caminar con Él.
Porque en el Reino de los Cielos,
solo entra quien se atreve a vivir desde la verdad,
con los pies en la tierra…
pero con el corazón anclado en lo alto.
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Lectura del santo evangelio según san Mateo (8,18-22):
En aquel tiempo, viendo Jesús que lo rodeaba mucha gente, dio orden de atravesar a la otra orilla. Se le acercó un escriba y le dijo: «Maestro, te seguiré adonde vayas.»
Jesús le respondió: «Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza.»
Otro, que era discípulo, le dijo: «Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre.»
Jesús le replicó: «Tú, sígueme. Deja que los muertos entierren a sus muertos.»
Palabra del Señor.