Jesús nos invita a compartir la fe y sus enseñanzas, mientras agradecemos por lo que hemos aprendido.

¿Qué mejor forma de agradecer a Dios que compartiendo las enseñanzas de Jesús?

Vive agradecido. Recuerda que todo es para bien, que sin pecado no hay tribulaciones y que todo sucede porque Dios lo permite.

Mantén un pensamiento positivo y no permitas que nada te robe la paz.

Compartir la Fe: Un Llamado Universal y una Ley Espiritual

En el Evangelio de Lucas (10,1-9), Jesús envía a 72 discípulos a predicar el mensaje del Reino de Dios. Este número no es casual, pues en la tradición judía, los 72 nombres de Dios representan distintos aspectos de Su naturaleza divina. Jesús, como judío, comprendía que compartir la fe no es solo una misión, sino una expresión de la esencia misma de Dios en el mundo. Así como los discípulos llevaban Su enseñanza a cada pueblo, nosotros también estamos llamados a ser canales de luz y verdad en nuestra generación.

En la Cábala, se nos enseña que la luz de Dios solo puede expandirse cuando la compartimos. La palabra Tzedaká (caridad o justicia) no solo se refiere a dar limosna, sino a compartir de manera justa lo que hemos recibido. De manera similar, Jesús nos muestra que la fe no debe guardarse para uno mismo, sino multiplicarse. Compartir el mensaje del Reino no solo beneficia a quienes lo reciben, sino que también nos transforma y nos acerca más a Dios.

El Desafío de la Tribulación y la Purificación del Alma

Jesús nos advierte que la misión no será fácil. Habrá rechazo, habrá dificultades, pero esto no debe desanimarnos. En la tradición judía, las pruebas en la vida son vistas como herramientas de Tikkun (corrección espiritual). En el Zóhar, se explica que las dificultades que enfrentamos no son castigos, sino oportunidades para elevarnos espiritualmente y rectificar aspectos de nuestra alma.

Jesús nos dice: «Sin pecado no hay tribulación.» Esto no significa que el sufrimiento sea un castigo por pecados cometidos, sino que nuestra realidad está diseñada para que aprendamos y crezcamos espiritualmente. Cada desafío es una oportunidad para elevar nuestro nivel de conciencia, corregir nuestros errores y acercarnos a Dios con mayor pureza de corazón.

En la Cábala, el concepto de Midá Keneged Midá (medida por medida) enseña que lo que damos es lo que recibimos. Jesús nos lo recuerda al decir: «El obrero merece su salario.» Cuando compartimos nuestra fe, cuando damos lo mejor de nosotros a la misión divina, Dios nos recompensa a través de Su infinita providencia.

Pero aquí surge una pregunta importante: ¿Qué estamos entregando a los mensajeros de Dios? En la Cábala, se nos dice que nuestra forma de dar refleja nuestra conexión con la divinidad. Si damos con amor y generosidad, recibimos con abundancia. Si, en cambio, damos lo que nos sobra o aquello que ya no valoramos, ¿cómo podemos esperar recibir bendiciones en plenitud?

El Llamado a Expandir la Luz

Jesús, al enviar a los 72 discípulos, nos está recordando que todos somos responsables de expandir la luz divina en el mundo. Su enseñanza está en perfecta sintonía con el principio cabalístico de que la espiritualidad no es individualista, sino colectiva. No se trata solo de nuestra salvación personal, sino de iluminar a quienes nos rodean.

Cada palabra que decimos, cada acción que realizamos, tiene un impacto en el mundo espiritual. Jesús, como maestro judío, nos enseña a ser conscientes de nuestra influencia y a usarla para construir un mundo más justo, lleno de amor y verdad.

Hoy, reflexionemos: ¿Estamos compartiendo nuestra fe con generosidad y amor? ¿Estamos viviendo con la certeza de que todo lo que sucede en nuestra vida tiene un propósito? Que nuestra respuesta sea una vida llena de gratitud, entrega y confianza en la voluntad de Dios.

Así como los discípulos fueron enviados, nosotros también somos llamados a ser luz en el mundo. Vivamos con fe, con amor y con la certeza de que cuando compartimos lo mejor de nosotros, Dios nos bendice en abundancia.

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Lectura del santo evangelio según san Lucas (10,1-9):
Después de esto, designó el Señor a otros 72, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir.
Y les dijo: «La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies.
Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos.
No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino.
En la casa en que entréis, decid primero: «Paz a esta casa.»
Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros.
Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No vayáis de casa en casa.
En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan;
curad los enfermos que haya en ella, y decidles: «El Reino de Dios está cerca de vosotros.»

Palabra de Dios.

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