Hoy, en el Evangelio de Lucas (10,1-9), Jesús nos invita a reflexionar sobre la importancia de compartir la Fe y sus enseñanzas. En esta historia, Jesús envía a 72 discípulos a predicar el mensaje del Reino de Dios. No es solo una misión, sino un llamado a compartir la bondad de Dios con el mundo.
Jesús nos enseña que la Fe es un regalo precioso que no debe ser guardado solo para nosotros. Al compartir sus enseñanzas, no solo cumplimos su voluntad, sino que también agradecemos por lo que hemos aprendido. ¿Qué mejor forma de expresar nuestra gratitud a Dios que compartiendo sus lecciones con los demás?
En ocasiones, la vida puede presentarnos desafíos y tribulaciones. Pero recordemos que, como Jesús nos enseña, «sin pecado no hay tribulaciones». Esto no significa que el sufrimiento sea un castigo, sino que es una parte natural de la vida. Todo lo que nos sucede, Dios lo permite por alguna razón. A través de las dificultades, crecemos, aprendemos y nos acercamos más a Dios.
La clave está en mantener un pensamiento positivo y no permitir que nada robe nuestra paz. La Fe nos brinda la certeza de que todo es para bien, incluso cuando no entendemos el propósito en el momento. Al compartir las enseñanzas de Jesús, no solo ayudamos a otros a encontrar la paz, sino que también fortalecemos nuestra propia Fe.
En este pasaje, los 72 discípulos que Jesús envía pueden simbolizar las lecciones de los «72 nombres de Dios». Estos nombres son atributos divinos que representan diferentes aspectos de la naturaleza de Dios. Al compartir el mensaje de Jesús, estamos transmitiendo estos nombres divinos a los demás, guiándolos hacia una comprensión más profunda de la divinidad.
Vivamos agradecidos, compartamos nuestras bendiciones y las enseñanzas de Jesús con el mundo. Recordemos que, como los 72 discípulos, cada uno de nosotros tiene un papel importante en la difusión de la bondad de Dios. Mantengamos la Fe en tiempos difíciles y ayudemos a otros a encontrar la paz en la enseñanza de Cristo.
Además, recordemos la sabia enseñanza de Jesús: «El obrero merece su salario» (Lucas 10,7). En esta frase, Jesús nos recuerda que es Dios quien recompensa a través de los hombres. Dios es el depositario divino, y es a través del corazón generoso del ser humano que Él derrama sus bendiciones. Cuando compartimos lo que tenemos con los mensajeros de Jesús, no solo cumplimos con esta directriz divina, sino que también nos convertimos en instrumentos para que Dios extienda su amor y prosperidad. La ley de medida por medida se manifiesta aquí: ¿Qué estamos entregando a los mensajeros de Dios? ¿Es nuevo y de primera calidad, o es de segunda mano y obsoleto? Nuestra generosidad y calidad de dar determinan la magnitud de las bendiciones que recibimos de Dios.