En el Evangelio según Lucas (21,1-4), se narra un momento conmovedor en el que Jesús observa a la gente dando ofrendas en el templo. Entre la multitud, destaca una viuda pobre que ofrece dos pequeñas monedas. Aunque su contribución parece insignificante en comparación con las grandes sumas de dinero de otros donantes, Jesús la elogia, resaltando su generosidad.
Esta breve pero poderosa historia nos invita a reflexionar sobre dos pilares fundamentales de nuestra relación con Dios: la confianza y el amor. La viuda confía plenamente en la provisión divina al dar lo poco que tiene. Su acto no se basa en la cantidad, sino en la confianza sincera en que Dios proveerá.
En el corazón de esta lección se encuentra la idea de que todo es de Dios. Si reconocemos que nuestras posesiones y recursos provienen del Creador, ¿por qué no devolverle una parte con amor y confianza? La fe se manifiesta no solo en creer que todo es de Dios, sino también en actuar de acuerdo con esa creencia.
La ley de medida por medida, nos recuerda que nuestra generosidad hacia Dios se reflejará en la manera en que Él nos bendice. Sin embargo, es crucial entender que dar no debe ser motivado por el interés personal, sino por un amor genuino hacia el Creador y sus creaturas.
Al dar con amor y confianza, rompemos con la mentalidad de la transacción egoísta y abrazamos la verdadera esencia de la generosidad. Es un acto que refleja nuestra dependencia de Dios y nuestra disposición a confiar en su provisión. Al hacerlo, nos convertimos en instrumentos de su amor en el mundo, extendiendo la gracia que hemos recibido.
En este día, recordemos la lección de la viuda y su acto de confianza y amor. Que nuestras acciones reflejen nuestra fe en un Dios proveedor y generoso. Que la medida de nuestra entrega sea siempre el amor desinteresado, y que confiemos en que, como la viuda, seremos ricamente bendecidos por el Dios al que servimos con corazones agradecidos.