Jesús nos enseña el camino para ser libres: permaneciendo en su Palabra, siendo sus discípulos y dejando que esta se encarne en nosotros.
También nos revela que el pecado nos hace esclavos, porque con el pecado nuestra alma no se eleva.
Sigamos a Jesús viviendo de acuerdo con sus enseñanzas, y en nuestro diario vivir, al actuar, dejemos que sea Él quien guíe nuestros pasos, para así ser conscientes de hacer la voluntad de Dios.
Y Dios, nuestro Padre Celestial, con su gran amor, nos dará lo que necesitamos.
Ante una decisión por tomar, piensa primero qué haría Jesús y actúa como Él. Luego, deja todo en manos de Dios.
Jesús, yo confío en ti.
Jesús, yo creo en ti.
Jesús, yo permanezco en ti.
¡Que la paz del Señor Jesucristo sea con vosotros!
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La verdadera libertad nace del alma
Jesús nos enseña que la libertad no es simplemente la ausencia de cadenas visibles, sino el estado interior de quien ha sido liberado del poder del pecado. En el Evangelio de Juan (8,31-42), Él afirma que si permanecemos en su palabra, conoceremos la verdad, y esa verdad nos hará libres.
En la Cábala, se nos dice que el alma humana está compuesta por distintos niveles, y que solo cuando nos conectamos con la parte más elevada de nuestra alma —el neshamá— podemos verdaderamente alinearnos con la voluntad divina. Esto requiere permanecer en la Palabra, es decir, vivir una vida de conexión constante, de conciencia espiritual, no solo en la teoría, sino encarnando la verdad en cada pensamiento, palabra y acción.
Jesús revela que el pecado esclaviza porque nos desconecta de nuestra verdadera identidad. Desde la visión cabalística, el pecado es una distorsión del flujo de la Luz Divina dentro de nosotros. Cada acción egoísta, cada mentira, cada juicio o dureza de corazón interrumpe esa corriente de vida que nos une a nuestro origen celestial.
Ser libres, según Jesús, es volver a esa fuente, es habitar en la verdad, y la verdad no es una idea, es una presencia: Él mismo. Por eso dice: “Si el Hijo los hace libres, serán verdaderamente libres”. Él no viene sólo a enseñarnos la verdad, sino a ser la verdad viva dentro de nosotros.
Desde la Cábala entendemos también que cada alma tiene una chispa divina que busca regresar al Creador. Ese regreso, o teshuvá, es un movimiento de retorno consciente, que no solo se da al final de nuestros días, sino a cada instante que elegimos elevarnos, dejar el ego atrás, y volver a Dios.
Permanecer en Jesús, entonces, es permanecer en ese movimiento de teshuvá permanente. Es vivir sabiendo que cada vez que caemos, si lo hacemos mientras buscamos a Dios, incluso esa caída tiene un propósito: despertarnos, pulirnos, hacernos más humildes y acercarnos aún más al Padre.
Por eso, no te condenes cuando falles. Levántate. Reconéctate. Cambia tu conciencia hacia el bien. La verdadera libertad no es no caer nunca, sino saber que Dios está allí, esperando que volvamos a casa.
Que cada día puedas decir como Jesús: “No hago nada por mi cuenta, sino que hablo y actúo conforme a lo que el Padre me ha enseñado”. Porque quien vive de esa manera, habita en la libertad.
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Lectura del santo evangelio según san Juan (8,31-42):
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos que habían creído en él:
«Si permanecéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres».
Le replicaron:
«Somos linaje de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: “Seréis libres”?».
Jesús les contestó:
«En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado es esclavo. El esclavo no se queda en la casa para siempre, el hijo se queda para siempre. Y si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres. Ya sé que sois linaje de Abrahán; sin embargo, tratáis de matarme, porque mi palabra no cala en vosotros. Yo hablo de lo que he visto junto a mi Padre, pero vosotros hacéis lo que le habéis oído a vuestro padre».
Ellos replicaron:
«Nuestro padre es Abrahán».
Jesús les dijo:
«Si fuerais hijos de Abrahán, haríais lo que hizo Abrahán. Sin embargo, tratáis de matarme a mí, que os he hablado de la verdad que le escuché a Dios; y eso no lo hizo Abrahán. Vosotros hacéis lo que hace vuestro padre».
Le replicaron:
«Nosotros no somos hijos de prostitución; tenemos un solo padre: Dios».
Jesús les contestó:
«Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais, porque yo salí de Dios, y he venido. Pues no he venido por mi cuenta, sino que él me envió».
Palabra del Señor.