Jesús nos enseña a elevar nuestras oraciones y nos revela que Dios es nuestro Padre celestial a través de la oración que nos dejó.

Así, cuando estés orando, pide el Espíritu Santo para que te guíe en la oración y te inspire a pedir lo que verdaderamente necesitas. Porque tu Padre, que está en el Cielo, te concederá la gracia y derramará sobre ti su amor, otorgándote la fe.

Pide así:
Padre, Tú que estás en el Cielo y para quien todo es posible, aumenta mi fe para que pueda entender que todo lo que me sucede es para el bien de mi alma.
Padre, dame la fuerza para soportar todo lo que debo vivir y concédeme el entendimiento de las enseñanzas de Jesús, para que Él sea siempre mi viga de amarre.
Padre, dame la sabiduría para tomar las decisiones correctas y concédeme tu paz.

Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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La oración del alma: el arte de hablar con el Creador

Cuando los discípulos le dijeron a Jesús: “Señor, enséñanos a orar”, Él no les dio una fórmula, sino un camino.
En su voz resonaba el eco del secreto más antiguo de la cábala: la unión entre el alma y su Fuente.
Les reveló el arte de elevar la conciencia y retornar al Padre a través de la palabra viva, el diálogo íntimo con el Eterno.

“Padre nuestro que estás en el Cielo…”
Con esas palabras, Jesús no sólo enseñó una oración, sino la actitud del alma ante su Creador.
Les enseñó la hitbodedut —la plegaria solitaria y desnuda—, el encuentro del corazón con la Presencia infinita.

La hitbodedut es más que orar: es despertar la conciencia divina dentro de uno mismo.
No necesita templos ni rituales; basta con un rincón silencioso del alma.
El justo se retira, no para huir del mundo, sino para escuchar la voz que habita en su interior.

El primer paso es la separación del ruido, la salida del Egipto interior, donde el alma está esclava del pensamiento disperso.
El segundo, la conversación sincera con Dios, sin máscaras ni fórmulas; hablarle como un hijo a su Padre.
El tercero, la entrega, cuando ya no se pide, sino que se confía, cuando la oración se vuelve respiración del alma. *

En la hitbodedut, el ser humano no busca convencer a Dios, sino recordar quién es ante Él.
Así, la oración se transforma en espejo, y el alma descubre que no hay distancia entre el Cielo y la Tierra,
que el Reino está dentro, y que cada palabra pronunciada con amor abre puertas invisibles.

Jesús, maestro del silencio y de la intimidad con el Padre, nos mostró el sendero del retorno:
orar desde el corazón, pedir el Espíritu Santo,
dejar que Él hable en nosotros,
y comprender que cada experiencia —dolor, alegría o duda—
es una pedagogía divina para el crecimiento del alma.

Cuando oras así, la plegaria ya no sale de tus labios:
brota del alma como un río que reconoce su origen.
Y en ese instante, el Cielo se abre, y el Padre derrama sobre ti la gracia de la fe.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (11,1-4):

Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.»
Él les dijo: «Cuando oréis decid: «Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación.»»

Palabra del Señor.

*Los pasos no son rigidos. Estos pasos son un modelo que puedes seguir. Comienza con agradeciendo que eso abre el corazón, y en la conversación sincera, cuéntale tus transgresiones.

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