Es de sabios enfocarse en la corrección del alma, pues es lo único que tienes por y para siempre.
Por eso, fíjate en la corrección del alma antes de que la pierdas.
Recuerda que esta vida es pasajera y, al morir, no te llevas nada material, solo los méritos de tu alma.
Trabaja en ti primero.
Ver con claridad: La luz del alma en la enseñanza de Jesús y la Cábala
En Lucas 6,39-42, Jesús nos invita a examinarnos antes de señalar las faltas ajenas: “¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego?… Saca primero la viga de tu ojo y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano.”
Desde la Cábala, la “viga” representa las distorsiones en nuestra percepción espiritual: el ego, el orgullo y las emociones desordenadas que oscurecen la luz del alma. Según esta sabiduría, cada persona lleva dentro una chispa divina (nitzotz), pero nuestras imperfecciones pueden nublar esa luz. Cuando juzgamos a otros sin purificar primero nuestra propia visión, caminamos como ciegos, alejándonos de la plenitud que Dios quiere para nosotros.
Jesús, el Maestro de la luz, nos enseña que la verdadera corrección comienza en el interior. La Cábala llama a este proceso tikkun (reparación): un trabajo de alineación con la voluntad divina que transforma no solo nuestra vida, sino también el mundo. Cuando retiramos la viga de nuestro ojo —cuando pedimos a Cristo que sane nuestras heridas interiores y enderece nuestro corazón—, vemos a los demás con compasión y justicia.
La corrección del alma no es un acto de orgullo, sino de humildad. Es reconocer que, para guiar a otros, primero debemos dejar que la luz de Jesús ilumine nuestras sombras. Entonces, nuestra mirada se vuelve clara, y nuestro amor, verdadero.
Hoy, antes de juzgar, haz una pausa. Mira dentro de ti, pide a Cristo que purifique tu visión y trabaja en tu propio tikkun. Solo así podrás ser un guía de luz y amor en un mundo que necesita ojos que vean y corazones que comprendan.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (6,39-42):
En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos una parábola: «¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? Un discípulo no es más que su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: «Hermano, déjame que te saque la mota del ojo», sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano.»
Palabra del Señor.