Jesús nos enseña que el amor es lo más importante, incluso cuando somos criticados por otros.
Su ejemplo de humildad nos muestra cómo aceptar y seguir el plan de Dios.
Jesús siempre está contigo; eres tú quien debe decidir si quieres tenerlo en tu corazón para siempre, siguiéndolo como su discípulo.

Reflexión: El perfume del alma

En Juan 12, María unge los pies de Jesús con un perfume costoso y los seca con su cabello. Un acto de entrega total, incomprendido por algunos. Judas, al ver esto, no la honra, sino que la juzga. Dice que ese perfume debió venderse y darse a los pobres. Pero el evangelio nos aclara: no lo dijo por justicia, sino porque era ladrón.

Aquí, desde la mirada de la cabala, se revelan verdades profundas.

María actúa desde el alma. Se vacía de sí misma. El perfume representa su esencia, y su cabello —símbolo de su imagen exterior— se pone al servicio de lo espiritual. Ella reconoce con el corazón al Maestro, mientras otros siguen atrapados en apariencias, juicios o intereses personales.

La cabala enseña que el verdadero amor —el Jessed, la bondad pura— se expresa en el desprendimiento del ego. Pero también nos enseña a discernir: no todo lo que brilla es oro.

Judas caminó junto a Jesús, pero su corazón no era recto. Y eso nos recuerda una advertencia clara del mismo Jesús, tomada del profeta Jeremías:
“Maldito el hombre que confía en el hombre” (Jer 17,5).

Muchos pueden presentarse como justos, incluso en nombre de Dios, pero no todos son lo que parecen. A veces, quienes más juzgan, son los más alejados del espíritu. Como decimos en EscuelaDeFe:
Dios lo ve todo. De Dios no se escapa nadie.

Por eso, esta escena nos invita a dos cosas:
Primero, a actuar como María, desde el corazón, sin miedo al juicio.
Y segundo, a poner nuestra confianza solo en Dios, no en los hombres, porque solo Dios ve la verdad del alma.

Cuando elegimos amar por encima del juicio,
el perfume de nuestra alma llena toda la casa
y Dios se agrada de quienes lo buscan con verdad.

Lectura del santo evangelio según san Juan (12,1-11):
Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa. María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume.
Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice:
«¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?».
Esto lo dijo, no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa, se llevaba de lo que iban echando.
Jesús dijo:
– «Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis».
Una muchedumbre de judíos se enteró de que estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos.
Los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús.
Palabra del Señor.

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