El mensaje revelado

Jesús nos enseña que la recompensa por trabajar para el Reino de los Cielos viene de Dios.

Por eso, no te preocupes y haz siempre el bien,
porque es Dios quien recompensa
y Dios es fiel.

Desde la sabiduría antigua

El alma que sirve, no teme; Dios provee

En Mateo 10, Jesús envía a sus discípulos a anunciar el Reino de los Cielos, y les da una instrucción sorprendente:
“No lleven oro, ni plata, ni provisiones para el camino…”

¿Por qué?

Porque el que trabaja para el Reino
no debe preocuparse por lo material,
sino por vivir en fidelidad, pureza y entrega.
Dios se encarga del resto.

La Cábala nos enseña que el alma que camina en su tikún —su corrección espiritual—
atrae la provisión divina de forma natural.
No por mérito exterior,
sino porque su canal está alineado con la luz superior.
Cuando el alma actúa en justicia, humildad y verdad,
el universo se ordena a su favor.

Jesús no prometió comodidad.
Prometió sentido.
Prometió que quien vive como Él vivió
recibirá lo que necesita para cumplir su misión.

Por eso, si caminas con fe, actúas con amor y sirves con sinceridad,
no temas por el mañana.
No te preocupes por el oro ni por el pan.
Dios provee a quienes anuncian el Reino no solo con palabras, sino con su vida.

Desde la mirada de la Cábala,
el sustento no es solo físico,
es también luz, sabiduría, dirección, paz.
Y esa abundancia llega cuando el alma se ofrece como instrumento.

Así que no temas.
Si estás en el camino,
si trabajas para el Reino,
si vives como Jesús te enseñó…

No te faltará lo necesario.
Porque Dios es fiel.

Evangelio que inspiró este mensaje

Lectura del santo evangelio según san Mateo (10,7-15):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis. No llevéis en la faja oro, plata ni calderilla; ni tampoco alforja para el camino, ni túnica de repuesto, ni sandalias, ni bastón; bien merece el obrero su sustento. Cuando entréis en un pueblo o aldea, averiguad quién hay allí de confianza y quedaos en su casa hasta que os vayáis. Al entrar en una casa saludad; si la casa se lo merece, la paz que le deseáis vendrá a ella. Si no se lo merece, la paz volverá a vosotros. Si alguno no os recibe o no os escucha, al salir de su casa o del pueblo, sacudid el polvo de los pies. Os aseguro que el día del juicio les será más llevadero a Sodoma y Gomorra que a aquel pueblo.»

Palabra del Señor.