Jesús nos enseña a estar alegres, porque todo lo que sucede es voluntad de Dios.

Tú tan solo confía y acepta con amor lo que te toca vivir, recordando que lo verdaderamente importante es la vida eterna.

Vive con alegría esta vida terrenal, dando gracias a Dios.

Y cuando necesites consuelo, tan solo mira hacia el cielo y repite:

Jesús, yo confío en ti.
Jesús, yo confío en ti.
Jesús, yo confío en ti.

El alma que reconoce la voz del Creador

María Magdalena llora junto al sepulcro vacío. Busca a Jesús entre los muertos, sin saber que Él ya ha vencido a la muerte. Sus lágrimas son las del alma humana que aún no ha despertado. Pero entonces, una sola palabra lo transforma todo: “¡María!”. Es su nombre, pronunciado por la voz que creó su alma.

La cábala nos enseña que cada alma es una chispa divina que desciende al mundo con una misión específica. Nuestro propósito en la tierra es despertar esa chispa, elevarla y unirla con su Fuente, el Creador. Pero para lograrlo, debemos aprender a reconocer Su voz.

El Zóhar enseña que el alma reconoce a su raíz espiritual cuando escucha la «voz interior» que resuena con la Verdad. María no reconoció a Jesús por su figura, ni por su apariencia. Solo lo reconoció cuando Él dijo su nombre. Porque el alma no ve con los ojos, sino con el corazón. El alma despierta cuando escucha al Creador hablarle directamente.

Así también ocurre contigo: a veces no entiendes lo que estás viviendo. Te sientes confundido, como si Jesús no estuviera. Pero Él está cerca. Solo espera que tus lágrimas purifiquen tu mirada espiritual. Y cuando menos lo esperes, te llamará por tu nombre. Y lo sabrás. Porque esa voz es la que siempre ha habitado dentro de ti.

La cábala explica que la tristeza muchas veces proviene del velo que cubre nuestra alma y nos impide ver la luz. Pero cuando aceptamos el dolor con fe, ese velo se rasga y somos capaces de ver la realidad divina detrás de los acontecimientos. La muerte, entonces, ya no es final, sino transformación. Las lágrimas ya no son señal de derrota, sino de entrega.

Jesús resucitado no se aparece primero a los poderosos, sino a quien lo buscó con amor. Porque Dios se revela a los corazones sinceros. La cábala lo expresa así: «A quien busca con todo su corazón, le será abierto el mundo de lo oculto».

Hoy, Jesús también te llama por tu nombre.

Escúchalo. Y responde como María:

“Rabbuní” — Maestro mío.

Lectura del santo evangelio según san Juan (20,1.11-18):

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús.
Ellos le preguntan: «Mujer, ¿por qué lloras?»
Ella les contesta: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.»
Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.
Jesús le dice: «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?»
Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré.»
Jesús le dice: «¡María!»
Ella se vuelve y le dice: «¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!»
Jesús le dice: «Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: «Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro.»»
María Magdalena fue y anunció a los discípulos: «He visto al Señor y ha dicho esto.»

Palabra del Señor.