Jesús nos dice: «Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá; porque quien pide, recibe; quien busca, halla; y al que llama, se le abre.»
Entonces, pedid a Dios que os llene del Espíritu Santo y de su amor.
Fijaos en las cosas del cielo y recordad que esta vida terrenal es pasajera.
La meta es la vida eterna.
Elegid el camino del bien, mientras recordáis que Dios os conduce por el sendero que habéis elegido.
El Misterio de Pedir, Buscar y Llamar
Jesús nos dice:
«Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá.»
Estas palabras son más que una invitación a la oración: son una llave cabalística al misterio del alma humana en diálogo con su Creador.
En la Cábala, pedir, buscar y llamar no son actos separados, sino tres movimientos del alma que despiertan los flujos de la Luz divina —la Or Ein Sof— dentro del hombre.
Pedir es abrir el recipiente del corazón (Kli).
Buscar es orientar la conciencia hacia la Fuente.
Llamar es elevar la vibración del alma hasta tocar las puertas del Cielo.
Jesús revela aquí la dinámica del Tikkun, la restauración interior. Cada petición auténtica no nace del deseo egoísta, sino del anhelo del alma por volver al Uno. Cuando el hombre pide con pureza, la Luz responde; cuando busca con fe, el velo se levanta; cuando llama con amor, la Puerta se abre.
Pero he aquí el misterio: Dios no concede solo lo que pedimos, sino lo que corresponde a nuestra corrección espiritual. A veces la respuesta es silencio, porque el silencio también es un lenguaje divino. Es el momento en que el Creador trabaja en lo invisible, modelando el alma hasta hacerla capaz de recibir.
Jesús nos enseña que el Padre no da una piedra cuando su hijo pide pan. En lenguaje cabalístico, esto significa que la Luz nunca niega, sino que educa; no se apaga, sino que se oculta para que el hombre aprenda a verla en la oscuridad.
Por eso, quien pide debe hacerlo con humildad; quien busca, con perseverancia; y quien llama, con amor.
Porque no se trata de forzar las puertas del Cielo, sino de abrir las del corazón, hasta que ambas —la de arriba y la de abajo— se encuentren en un mismo latido.
El alma que aprende a pedir sin exigir, a buscar sin dudar, y a llamar sin miedo, entra en la corriente de la Voluntad divina.
Y allí, en ese punto donde el yo se disuelve, el hombre ya no pide: Dios pide a través de él.
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Lectura del santo evangelio según san Lucas (11,5-13):
En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos: «Si alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche para decirle: «Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle.» Y, desde dentro, el otro le responde: «No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos.» Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite. Pues así os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre. ¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?»
Palabra del Señor.