En el evangelio según Lucas (6,12-19), encontramos un poderoso recordatorio de la importancia de la oración en la vida de Jesús. Antes de tomar decisiones importantes, incluso antes de elegir a los doce apóstoles, Jesús se retiraba para orar en intimidad con su Padre celestial. Este acto de oración nos revela el profundo vínculo que Jesús tenía con Dios y nos enseña una lección fundamental: el poder está en la oración.

La oración es mucho más que simples palabras dirigidas al cielo; es una conexión directa con lo divino. Nos permite no solo hablar con nuestro Padre Celestial, sino también reflexionar y discernir cuál es su voluntad para nuestras vidas. Cuando oramos, establecemos un espacio personal para conectarnos con Dios en la intimidad, un lugar donde podemos expresar nuestros anhelos, preocupaciones y agradecimientos.

Si estás leyendo esta reflexión, es porque has sido llamado por Jesús para seguir sus pasos. Jesús nos muestra el camino hacia el poder transformador de la oración, un camino que nos lleva a la vida eterna. Orar no es solo una recomendación, es una necesidad para el bienestar de nuestra alma y para acercarnos al Señor. A través de la oración, podemos sanar nuestra alma y prepararnos para volver a la casa de Dios, donde encontraremos la paz eterna y la felicidad sin fin.

En tu momento de oración, reflexiona sobre los rasgos de tu carácter que te llevan al pecado. Pide a Jesús que intervenga en tu vida para sanar esas áreas y permitirte vivir en santidad. Recuerda que vivir de manera justa te llevará a una vida mejor, ya que sin transgresiones, no habrá tribulaciones. Esta es la voluntad de Dios para ti: una vida llena de amor, paz y plenitud.

Así que entra en oración y permite que Jesús te toque con la fuerza de su amor. En esos momentos de comunión con Dios, encontrarás sanación, dirección y la certeza de que estás en el camino correcto hacia la vida eterna. La oración es tu puente hacia la gracia divina, y a través de ella, puedes experimentar el poder transformador de la fe.

En conclusión, siguiendo el ejemplo de Jesús, podemos abrazar el poder de la oración en nuestras vidas. La oración nos conecta con Dios, nos guía hacia la santidad y nos prepara para el regreso a la casa de nuestro Padre Celestial. Entremos en oración con un corazón abierto y una mente reflexiva, confiando en que Jesús nos guiará en el camino de la vida eterna.

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