Jesús nos enseña cómo es el Reino de Dios y cómo debemos vivir para habitarlo durante este viaje terrenal. También nos revela que llegará el momento final, en el que los buenos serán recompensados, porque verán a Dios.

El camino que cada alma debe recorrer en este mundo es distinto, aunque la senda del Señor es una sola. Por eso, más vale ser bueno, sin importar por todo lo que tengas que pasar en la vida que tu alma eligió desde antes de nacer.

Vive con fe, haz el bien y sigue el camino de Dios.

Al final, el premio es el amor eterno.

La Red Invisible y el Juicio del Alma

Jesús nos habla del Reino de los Cielos como una red que se lanza al mar y recoge peces de toda clase. Cuando se llena, los pescadores separan los buenos de los malos. Así será el fin de los tiempos, cuando los ángeles separen a los justos de los malvados.

Desde la sabiduría de la cábala, el mar representa el mundo de las emociones y del inconsciente, el vasto océano del alma. La red es la Divina Providencia, que lo abarca todo: nuestras acciones, pensamientos, intenciones y silencios. Nada escapa a la red de Dios.

Cada “pez” representa una experiencia, una decisión, una chispa divina atrapada en la materia. La cábala enseña que todo lo que vivimos tiene el propósito de elevar esas chispas y redimir el alma del caos interior. Pero no todo lo que recogemos en la vida es útil para el alma. Hay actos, deseos o hábitos que, al ser puestos a la luz de la verdad, no sirven para el crecimiento espiritual. Esos serán descartados.

Jesús, como Maestro del alma, nos invita a ser como los buenos peces: puros en intención, firmes en la fe, humildes en el corazón, dispuestos a dejarse transformar por la red de la sabiduría divina.

Porque llegará el día del juicio, no como un castigo externo, sino como un momento inevitable en el que cada alma se verá tal como es, sin máscaras. Entonces comprenderemos lo que en verdad hemos amado, lo que hemos temido, lo que hemos rechazado de nosotros mismos y de los demás.

El sabio, dice la cábala, es aquel que une lo nuevo y lo antiguo: lo revelado por Jesús y lo profundo del alma, lo aprendido en la Torá y lo escrito en el corazón. Porque todo buen discípulo del Reino saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas.

Hoy es el tiempo de vaciar nuestras redes, de mirar con honestidad lo que llevamos dentro. ¿Qué estamos recogiendo? ¿Qué tipo de alma estamos cultivando?

El Reino está cerca, no como un lugar lejano, sino como una dimensión interior que se abre cuando el alma elige la luz.


Lectura del santo evangelio según san Mateo (13,47-53):

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Entendéis bien todo esto?»
Ellos les contestaron: «Sí.»
Él les dijo: «Ya veis, un escriba que entiende del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo.»
Cuando Jesús acabó estas parábolas, partió de allí.

Palabra del Señor.