Jesús nos enseña que el secreto está en el amor.

Amar es vivir con una intención recta, procurando no hacer daño a nadie.
Cuando, con tu pensamiento, palabra, acción o incluso por omisión, causas dolor a otro, has perdido el amor.

Por eso, lo que hagas, hazlo con amor:
Piensa con amor, habla con amor, actúa con amor…
y deja en manos de Dios los resultados.

Para vivir en el Reino de Dios, necesitas llevar una vida de fe:
Creer en Él, meditar en su Palabra y sanar tu corazón.

 

El Secreto del Reino está en la semilla invisible

Jesús nos habla del Reino de los Cielos como una semilla de mostaza: pequeña, casi insignificante, pero capaz de crecer hasta convertirse en un árbol que da cobijo. Y también como la levadura, que fermenta la masa entera desde dentro, aunque nadie la vea actuar.

Desde la perspectiva de la cábala, estas parábolas revelan una verdad espiritual profunda: el Reino comienza en lo oculto. En la cábala se enseña que todo lo visible proviene de lo invisible, y que la luz más elevada se oculta en lo más bajo para que el alma, al buscarla, despierte. Así como la semilla debe morir en la tierra antes de brotar, también el alma debe descender al mundo físico para cumplir su propósito y elevarse.

Cada uno de nosotros lleva dentro una chispa divina, un «punto oculto de luz» —nekudá penimit— que es como esa semilla del Reino. Al principio, no se ve, no se siente. Pero cuando cultivamos una vida de oración, estudio, silencio interior y servicio desinteresado, esa chispa comienza a crecer. No por el esfuerzo externo, sino por la intención pura de querer estar con Dios.

Jesús hablaba en parábolas porque, como enseña la cábala, la verdad más alta no se impone, se revela solo a quienes tienen el corazón preparado. La levadura del Reino actúa en lo secreto: transforma al alma desde dentro, sin ruido ni espectáculo. Por eso, el que se compromete a caminar con Dios debe aprender a confiar en lo que no se ve, y a esperar con paciencia el fruto de lo que sembró con fe.

No subestimes los pequeños actos con amor, la oración silenciosa, el perdón que nadie vio, el consejo que diste con ternura. Esas son las semillas del Reino. Y si las siembras cada día, verás que un día —cuando menos lo esperes— tu vida será como ese árbol donde otros hallarán sombra, paz y refugio.

 

 

Lectura del santo evangelio según san Mateo (13,31-35):

En aquel tiempo, Jesús propuso esta otra parábola a la gente: «El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas, y vienen los pájaros a anidar en sus ramas.»
Les dijo otra parábola: «El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, y basta para que todo fermente.»
Jesús expuso todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les exponía nada. Así se cumplió el oráculo del profeta: «Abriré mi boca diciendo parábolas, anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo.»

Palabra del Señor.

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