En el Evangelio de Mateo (22,15-21), Jesús nos plantea una pregunta fundamental: «Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios». Esta sencilla declaración encierra un profundo mensaje que nos invita a reflexionar sobre lo que verdaderamente buscamos en la vida. Nos insta a explorar la relación entre nuestra vida de oración, la búsqueda de beneficios materiales y el anhelo de alcanzar el Reino de Dios.

En nuestra sociedad, es fácil caer en la trampa de perseguir la prosperidad material como si fuera la única fuente de felicidad y seguridad. Sin embargo, el Evangelio nos recuerda que, en última instancia, es Dios quien proporciona nuestro sustento. Esta idea nos libera de la preocupación constante por las necesidades materiales y nos permite centrarnos en lo que verdaderamente importa: la búsqueda del Reino de los Cielos.

Cuando confiamos en Dios, entendemos que no debemos aferrarnos a la acumulación de riquezas terrenales. En lugar de eso, debemos buscar su Reino a través de una vida de oración y servicio a los demás. La verdadera riqueza se encuentra en la fe y en vivir de acuerdo con los principios del Evangelio. Es importante recordar que, al final de nuestras vidas, no seremos juzgados por la cantidad de posesiones materiales que acumulemos, sino por el amor que compartimos y la fe que vivimos.

El pasaje también nos enseña a respetar y acatar la ley del estado en el que vivimos, ya que esto es un mandamiento en sí mismo. Al hacerlo, demostramos obediencia y respeto por la autoridad civil, siempre que estas leyes no entren en conflicto con los principios fundamentales de nuestra fe.

Dios nos brinda la libertad de elegir el camino que queremos seguir en la vida. Sin embargo, el camino de la fe y la oración nos lleva más cerca de Dios y nos permite confiar en que Él proveerá todas nuestras necesidades. Al final del día, es la relación con Dios y la búsqueda de su Reino lo que da significado y propósito a nuestras vidas.

En resumen, el Evangelio de Mateo nos recuerda que nuestra búsqueda de la vida verdadera y abundante debe centrarse en el Reino de Dios. La vida de oración y la fe en Dios son la brújula que nos guía en este camino. Al confiar en Dios como nuestro sustentador y respetar la ley civil, encontramos un equilibrio que nos permite vivir una vida auténtica y en armonía con el propósito divino.

Que esta reflexión nos inspire a buscar el Reino de los Cielos a través de una vida de oración y fe, recordando que nuestro Dios es el proveedor de todo lo que necesitamos, y que nuestra verdadera riqueza se encuentra en el amor y la obediencia a Sus mandamientos.

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