Jesús, el hombre lleno del Espíritu Santo, enviado por Dios para darnos libertad de toda orden y opresión, vino al mundo para enseñarnos el camino a la luz y la fuerza del amor a través de su palabra. En sus parábolas nos reveló las leyes universales y los secretos de la vida espiritual.
Recuerda también sus palabras: «No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.» Esto significa que seguir a Jesús no anula la Ley, sino que nos transforma para cumplirla plenamente.
Al encarnar a Jesús en tu vida, te conviertes en un ser sobre el cual otros serán probados, una manifestación viva de la Ley divina. Tu vida, al reflejar la enseñanza de Cristo, se convierte en el juicio que otros enfrentarán ante Dios, quien es el único que juzga y da cumplimiento a la Ley. Así, no basta solo con arrepentirse; nuestras acciones siempre serán evaluadas, y todo tiene sus consecuencias, tanto en la tierra como en el cielo.
Deja que Jesús viva en ti para ser una fuente de luz, redención y cumplimiento de la voluntad divina.
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Lectura del santo evangelio según san Lucas (9,18-22):
Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?»
Ellos contestaron: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.»
Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Pedro tomó la palabra y dijo: «El Mesías de Dios.»
Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.»
Palabra del Señor.