Jesús nos invita a descubrir la esencia del Reino de los Cielos y nos revela que, al escuchar su enseñanza y vivirla con fidelidad, nos hacemos parte de su familia.

¿Ya sientes en tu corazón el gozo de pertenecer a la familia de Jesús?

Vive con alegría, guarda sus mandatos divinos y camina, cada día, como miembro amado de su familia.

 

La verdadera familia: un lazo que nace del espíritu

No basta la sangre ni el apellido para pertenecer a la familia del Mesías. Jesús, al señalar a quienes escuchan la Palabra y la cumplen, rasga el velo de lo evidente y nos revela un misterio antiguo: el parentesco divino se teje en lo invisible.

La cábala nos enseña que en cada alma hay una chispa de la Luz infinita, una semilla que anhela regresar a su Fuente. Cuando escuchamos la enseñanza y la encarnamos en actos, esa chispa se despierta y se une a otras, formando un tejido de almas que laten al ritmo del Creador.

Ser hermano de Jesús es más que una devoción: es un despertar. Es escuchar la voz que resuena más allá de los sentidos, dejar que la Palabra penetre en el corazón, y responder con acción justa, misericordia y verdad. Así, el Reino se hace presente, y el universo entero se alinea en armonía.

Hoy, no preguntes solo por tu linaje o tu historia: pregúntate si tu vida vibra con la melodía del Altísimo. Porque en cada acto de amor, en cada gesto de fidelidad, el cielo reconoce en ti a un miembro de su familia.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (8,19-21):

En aquel tiempo, vinieron a ver a Jesús su madre y sus hermanos, pero con el gentío no lograban llegar hasta él.
Entonces lo avisaron: «Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte.»
Él les contestó: «Mi madre y mis hermanos son éstos: los que escuchan la palabra de Dios y la ponen por obra.»

Palabra del Señor.