Sigue a Jesús y practica sus enseñanzas. Eso es amor.
Si ayunas para agradar a Dios, mejor haz Su voluntad y así lograrás sanar tu corazón.
Suelta las cadenas injustas que atan a otros, desata las correas del yugo y libera a todos los que están oprimidos. Comparte el alimento con quien lo necesite, hospeda al forastero, viste al desnudo, visita a los enfermos y sé bueno.
Esa es la voluntad de Dios.
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Ayuno y Misericordia: La Verdadera Conexión con Dios
En Mateo 9,14-15, los discípulos de Juan el Bautista le preguntan a Jesús por qué sus seguidores no ayunan como ellos o los fariseos. Jesús responde con una metáfora: «¿Acaso pueden los amigos del novio estar de luto mientras el novio está con ellos? Pero vendrán días cuando el novio les será quitado, y entonces ayunarán.»
Este pasaje revela un principio profundo: el ayuno no es solo una práctica externa, sino una expresión del corazón. Jesús nos muestra que el verdadero propósito del ayuno no es un sacrificio mecánico, sino una forma de acercarnos a Dios con sinceridad.
Desde la perspectiva de la Cábala, el ayuno es más que abstenerse de comer; es una herramienta para refinar el alma. En la tradición judía, se enseña que el cuerpo y el alma están en constante tensión. El ayuno nos permite debilitar las distracciones del cuerpo para fortalecer la conexión con lo divino. Sin embargo, la Cábala también nos advierte sobre el peligro de enfocarnos en la forma y olvidar el fondo.
Isaías 58 expresa este mismo concepto cuando Dios reprende a quienes ayunan sin compasión:
«¿Acaso el ayuno que he escogido es solo un día para que el hombre se aflija? ¿No es más bien romper las cadenas de injusticia, liberar a los oprimidos y compartir el pan con el hambriento?»
Aquí encontramos la clave espiritual: el verdadero ayuno es transformar nuestra conciencia y nuestras acciones.
Desde esta perspectiva, Jesús no está descartando el ayuno, sino enseñando que no tiene sentido si no va acompañado de un cambio interior y de actos de justicia. La Cábala enseña el concepto de Tikún Olam, la reparación del mundo. No podemos elevarnos espiritualmente sin preocuparnos por quienes nos rodean.
El verdadero servicio a Dios no se mide por la cantidad de sacrificios que hacemos, sino por el amor y la misericordia que extendemos. Si queremos sanar nuestro corazón, primero debemos sanar el dolor de quienes nos rodean.
Sigamos el ejemplo de Jesús: más que privarnos de algo, ofrezcamos amor, justicia y compasión. Ese es el ayuno que agrada a Dios.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (9,14-15):