Jesús nos enseña la fuerza del amor, revelándonos que es Dios quien controla el universo y todo lo ve desde lo alto.

Por eso tú, actúa con amor, piensa con amor y permanece positivo, que todo estará bien. De esa manera, demuestras tu confianza en Dios.

Vive de acuerdo con la Palabra, viviendo en amor, y recuerda: busca primero el Reino de Dios, que todo lo demás viene por añadidura.

En este camino de fe, depositamos nuestra confianza en Dios como Padre eterno, reconociendo que la verdadera seguridad no reside en las opiniones humanas, sino en la promesa divina de cuidado y provisión constante.

En Mateo 6,1-6.16-18, Jesús nos invita a vivir nuestra fe con autenticidad, sin buscar la aprobación externa, sino confiando en que Dios ve lo que está oculto y recompensa lo que nace del corazón. Nos llama a dar limosna, orar y ayunar sin ostentación, recordándonos que la verdadera conexión con Dios no se encuentra en la apariencia, sino en la intención pura del alma.

Desde la perspectiva de la cábala, este mensaje nos lleva a reflexionar sobre el concepto de Tzimtzum, la contracción divina. Dios, en su infinito amor, se retira para darnos espacio de acción y libre albedrío. Así como Dios oculta su luz para que podamos descubrirlo con libertad, nosotros también estamos llamados a actuar en lo secreto, permitiendo que nuestra espiritualidad se exprese en lo profundo y no solo en lo visible.

La cábala enseña que el mundo está sostenido por la intención (kavaná). Una acción sin intención es como un cuerpo sin alma. Por ello, cuando damos, oramos o ayunamos, lo importante no es la acción en sí misma, sino la intención con la que lo hacemos. Jesús nos recuerda que no se trata de buscar reconocimiento externo, sino de alinearnos con la voluntad divina desde el interior.

También encontramos aquí una conexión con el Árbol de la Vida. Cada acto que realizamos con amor y humildad nos ayuda a elevarnos espiritualmente, ascendiendo por los sefirot y acercándonos a la verdadera fuente de luz. La caridad discreta fortalece Jesed (misericordia), la oración sincera equilibra Tiferet (belleza y armonía), y el ayuno con propósito refina Guevurá (disciplina y fuerza).

Cuando vivimos en esta conciencia, comprendemos que Dios nos sostiene en cada paso, incluso cuando nadie nos ve. La verdadera recompensa no es material, sino la transformación de nuestro ser en sintonía con la luz divina.

Así, Jesús nos llama a una espiritualidad profunda, no basada en la aprobación de los demás, sino en la conexión íntima con el Creador. Nos invita a construir nuestra relación con Dios en lo oculto, confiando en que aquello que sembramos en secreto florecerá en el momento adecuado.


Lectura del santo evangelio según san Mateo (6,1-6.16-18):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará. Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará. Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará.»

Palabra del Señor.

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