Jesús es el alimento que te mantiene vivo en este caminar terrenal, dándote la fortaleza para afrontar cualquier situación y vivir con fe.

Él te da la oportunidad de reavivar la fe, la esperanza y el amor cuando permites que se encarne en ti.

Reflexión: ¿Dejas que Jesús habite en ti?

Comer su carne, beber su sangre

Cuando Jesús dice: “El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él”, no está hablando solo de un acto físico o simbólico, sino de una unión espiritual profunda. Desde la mirada de la Cábala, entendemos que la carne representa el mundo material (Maljut), y la sangre es símbolo del alma, la energía divina que fluye por la creación.

Jesús se ofrece como alimento porque es el canal por el cual la luz divina entra al mundo. En términos cabalísticos, Él es el Tzadik, el justo, que conecta los mundos superiores con los inferiores. Al comer su carne y beber su sangre, nos alineamos con esa luz, con el flujo del Ein Sof, el Infinito, que se manifiesta a través del amor, la entrega y la obediencia a la voluntad divina.

Esta enseñanza no debe verse con ojos racionales, como lo hicieron muchos que lo escucharon y se escandalizaron. Según la Cábala, la verdadera comprensión espiritual no entra por la mente, sino por el corazón abierto a la verdad. Jesús nos invita a permitir que su presencia se encarne en nosotros, que su enseñanza se haga carne en nuestras acciones y su espíritu se derrame en nuestras emociones y decisiones.

El Zóhar enseña que cuando una persona se conecta con la luz superior, esa luz mora en él y lo transforma desde adentro. Así también, quien recibe a Jesús con fe verdadera —quien se alimenta de su vida y su ejemplo— recibe dentro de sí el alma del Mesías, que lo eleva, lo redime y lo vuelve un canal de luz para el mundo.

Comer su carne y beber su sangre es entonces una forma de decir que vivimos como Él vivió, que amamos como Él amó, que obedecemos como Él obedeció. Y al hacerlo, la promesa se cumple: viviremos para siempre, porque su vida divina se ha fundido con la nuestra.


Lectura del santo evangelio según san Juan (6,52-59):

En aquel tiempo, disputaban los judíos entre sí:
«¿Cómo puede este darnos a comer su carne?».
Entonces Jesús les dijo:
«En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.
Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí.
Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre».
Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún.

Palabra del Señor.

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