Jesús nos revela que nuestra vida no depende de los bienes materiales, sino de las obras que realicemos para el Reino de Dios. Por eso nos advierte que nos guardemos de toda forma de codicia, porque la codicia rompe con el mandamiento del amor.
Fundamenta tu vida en lo espiritual, busca el Reino de Dios y cree con confianza que Él proveerá, sabiendo que lo material depende de lo espiritual.
Busca primero el Reino de Dios, y todo lo demás te será dado por añadidura.
Trabaja en tu plan de vida, sigue tus anhelos, pero hazlo sin codicia.
El alma que se enriquece en Dios
Jesús nos revela que la vida no consiste en acumular bienes, sino en vivir desde el espíritu, haciendo obras de amor que permanezcan más allá del tiempo. En el Evangelio, el hombre rico que acumula y se siente seguro en sus posesiones es llamado insensato, porque olvida lo esencial: su alma.
Desde la cábala, aprendemos que todo lo que ocurre en el mundo material es un reflejo de lo que sucede en el mundo espiritual. El alma desciende al mundo físico para elevar las chispas de luz que hay en la materia. Pero si el alma se apega a lo material por codicia o miedo, se desconecta de su propósito divino.
La codicia, según la cábala, cierra los canales de abundancia. ¿Por qué? Porque pone la confianza en uno mismo y no en la Fuente. En cambio, cuando buscamos primero el Reino de Dios —es decir, cuando priorizamos la conexión con el Creador, la bondad y el servicio— abrimos los canales por donde la luz divina fluye naturalmente hacia nosotros.
El verdadero tesoro es el alma que se transforma y se enriquece en Dios. No se trata de huir del mundo ni de despreciar lo material, sino de recordar que todo bien debe ser usado con propósito y desapego. Lo material debe servir al espíritu, no dominarlo.
Así como enseña la cábala, lo alto influye en lo bajo, y lo bajo eleva lo alto. Si dirigimos nuestras acciones con intención espiritual, incluso nuestras labores cotidianas se convierten en actos sagrados que reparan el mundo (tikkun olam).
Por eso, como dice Jesús: “Busquen primero el Reino de Dios, y lo demás les será dado por añadidura.” Que no trabajemos para acumular, sino para iluminar.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (12,13-21):
En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús: «Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia.»
Él le contestó: «Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?»
Y dijo a la gente: «Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.»
Y les propuso una parábola: «Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: «¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha.» Y se dijo: «Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate, come, bebe y date buena vida.» Pero Dios le dijo: «Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?» Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios.»
Palabra del Señor.