En el evangelio de Mateo, específicamente en el pasaje 8,5-11, encontramos una enseñanza poderosa de Jesús sobre la fe y la conexión íntima con nuestro Padre Celestial. Este relato nos revela que, cuando confiamos en Dios y reconocemos Su soberanía, todo es posible.

Jesús, al encontrarse con un centurión romano que buscaba su ayuda, no solo sanó a su siervo sino que también elogió la fe del centurión. Este oficial militar entendió algo fundamental: la verdadera fe implica reconocer la autoridad divina y confiar en que todo proviene de Dios, guiado por un propósito mayor.

Tener fe va más allá de creer en la existencia de Dios; implica creer en Su bondad y en que todo lo que sucede está diseñado para nuestro bien. La fe nos llena de esperanza y fortaleza al entender que cada desafío, bendición y experiencia tienen un propósito divino.

En este pasaje, Jesús nos enseña que, cuando enfrentamos momentos difíciles, no estamos solos. Podemos acudir a nuestro Padre Celestial con la certeza de que Él escucha nuestras peticiones. La oración se convierte en nuestra conexión directa con la fuente de todo bien, y al expresar nuestras necesidades con palabras, demostramos nuestra dependencia y confianza en Dios.

Pedir no solo implica comunicar nuestras necesidades, sino también confiar en que Dios responderá de la mejor manera posible. La fe nos lleva a esperar la voluntad de Dios con paciencia, reconociendo que Su conocimiento es perfecto y Su amor inquebrantable.

En resumen, la lección de Mateo nos insta a cultivar una fe activa y confiable. Creer en Dios, confiar en Su plan y expresar nuestras necesidades con sinceridad son elementos esenciales de esta conexión profunda con nuestro Creador. Recordemos siempre que, con la fe adecuada, podemos superar cualquier desafío, confiando en que nuestro Padre Celestial está a nuestro lado, escuchando nuestras oraciones y obrando en nuestras vidas según Su voluntad perfecta.

Que esta enseñanza nos inspire a vivir con una fe vibrante, creyendo en el poder de la oración y confiando en el plan divino que se desarrolla en nuestras vidas.

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