En el Evangelio según Lucas (10,21-24), encontramos un mensaje profundo que nos invita a reflexionar sobre la verdadera fortuna que es conocer a Dios. En este pasaje, se revela que aquel que tiene el privilegio de conocer a Dios es verdaderamente afortunado. Pero, ¿por qué es esto tan significativo? La respuesta se encuentra en la comprensión de que conocer a Dios es también conocer la verdad, una verdad que nos libera y nos llena de felicidad.
En el camino de la vida, a menudo nos encontramos inmersos en la búsqueda constante de la felicidad y la realización personal. Sin embargo, el Evangelio nos recuerda que la verdadera fortuna no se encuentra en la acumulación de bienes materiales o en el éxito mundano, sino en el conocimiento profundo de la divinidad.
El pasaje nos revela que esta conexión con lo divino nos otorga un entendimiento claro de la verdad, y es precisamente esa verdad la que nos hace libres. En un mundo lleno de distracciones y superficialidades, conocer a Dios se convierte en un faro que ilumina nuestro camino hacia la auténtica felicidad y la salvación.
Te invito, querido lector, a reflexionar sobre la fortuna de conocer a Dios en tu propia vida. ¿Cómo ha impactado este conocimiento en tu búsqueda de la verdad y la felicidad? En este juego de la vida, entendemos que la clave para vivir plenamente es amar. Al vivir en amor, abrimos nuestro corazón a la gracia divina y nos acercamos al verdadero propósito de nuestra existencia.
En última instancia, la vida se revela como un juego sagrado en el que el amor es la moneda de cambio. Al comprender que conocer a Dios nos acerca a la verdad, y que vivir en amor nos guía hacia la salvación, podemos abrazar la fortuna de una vida plena y significativa. Agradezcamos por esta bendición y vivamos con la certeza de que, al final de este juego, retornaremos al Padre, llevando con nosotros el tesoro invaluable de haber amado y sido amados.