
Somos llamados a ser instrumentos de la misericordia divina en este mundo.
Reflexión: ¿Das prioridad a la compasión en tu vida, o dejas que el juicio te aparte de ella?
Recibe a Jesús en tu corazón y permite que su luz obre en ti.
Vive con rectitud y humildad, haciendo el bien cada día,
recordando siempre que toda la gloria pertenece a Dios.
La Ley de la Misericordia
Cuando Jesús sana en sábado, no desafía la Ley, sino que la revela en su esencia. La Torá es un árbol de vida, y en cada uno de sus frutos habita el Amor del Creador. Pero muchos, cegados por el velo del juicio, olvidan que la Ley fue dada para dar vida, no para encarcelarla.
El sábado representa el reposo de Dios, el momento en que la creación se aquieta para reflejar Su armonía. Pero en ese silencio sagrado, la Misericordia sigue latiendo, porque el Creador nunca deja de dar. Jesús, al sanar, manifiesta Jesed, la emanación de la Misericordia Divina, que desciende desde las alturas del Árbol de la Vida hasta tocar la herida del mundo.
La Cábala enseña que cuando la Guevurá (el rigor) se separa de la Jesed, el alma se endurece, y el hombre deja de ver al otro como imagen del Eterno. Pero cuando ambas se equilibran en el corazón del justo, nace Tiféret, la belleza del alma que une cielo y tierra.
Así, Jesús nos enseña que la verdadera observancia no es rigidez, sino armonía. Cumplir la voluntad del Padre es permitir que la compasión gobierne sobre la forma, que el amor ilumine la norma, y que la misericordia sea el reflejo de la justicia divina.
Ser instrumento de la Misericordia es abrirse a ese flujo sagrado, dejar que Jesed fluya a través de nuestras acciones cotidianas.
Cada acto de bondad es una chispa de Tikkun, una reparación del mundo,
un eco del Amor que no descansa ni siquiera en el día del descanso.
—
Lectura del santo evangelio según san Lucas (14,1-6):
Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando.
Se encontró delante un hombre enfermo de hidropesía y, dirigiéndose a los maestros de la Ley y fariseos, preguntó: «¿Es lícito curar los sábados, o no?»
Ellos se quedaron callados. Jesús, tocando al enfermo, lo curó y lo despidió.
Y a ellos les dijo: «Si a uno de vosotros se le cae al pozo el hijo o el buey, ¿no lo saca en seguida, aunque sea sábado?»
Y se quedaron sin respuesta.
Palabra del Señor