El Reino de Dios no se conquista buscando el brillo de los primeros lugares, sino abrazando la sencillez de los últimos asientos.
Quien se alza con orgullo será derribado, pero quien se inclina con humildad será levantado por el mismo Señor.
No busques compartir tu mesa con quienes pueden recompensarte, porque ese pago se agota en la tierra.
Comparte tu pan con el pobre, tu abrazo con el herido, tu mirada con el olvidado.
Entonces tu alegría será eterna, pues el Padre que ve en lo secreto te coronará en la resurrección de los justos.
El Secreto de los Últimos Lugares
Jesús nos enseña que en el Reino de Dios las jerarquías humanas se invierten: lo que en la tierra parece alto, en el cielo es bajo; y lo que en la tierra se considera pequeño, en lo alto resplandece.
La Cábala nos revela que toda alma desciende al mundo para rectificar y purificarse, y este proceso solo es posible a través de la humildad. El orgullo encadena el alma a la ilusión del ego, mientras que la sencillez abre los canales de la Luz divina. Quien se sienta en el último lugar reconoce que no depende de su propia fuerza, sino de la misericordia del Creador.
El banquete del que habla Jesús es más que una comida: es símbolo de la mesa celestial, donde el alma se alimenta de la Luz infinita. Al invitar a pobres, lisiados, cojos y ciegos, nos muestra que el verdadero mérito no está en dar esperando recibir, sino en compartir con quienes no pueden devolvernos nada. Ese dar desinteresado se eleva como un perfume ante el Trono divino, y en la resurrección, cuando todas las almas sean llamadas, será revelada la verdadera recompensa.
El que se humilla no se disminuye, sino que se convierte en recipiente capaz de contener la plenitud de la Luz. Porque en la humildad está escondida la grandeza, y en la generosidad desinteresada, la eternidad.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (14,1.7-14):
En sábado, Jesús entró en casa de uno de los principales fariseos para comer y ellos lo estaban espiando.
Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les decía una parábola:
«Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y venga el que os convidó a ti y al otro, y te diga:
“Cédele el puesto a este”.
Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto.
Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga:
“Amigo, sube más arriba”.
Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales.
Porque todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido».
Y dijo al que lo había invitado:
«Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte; te pagarán en la resurrección de los justos».
Palabra del Señor