En el Evangelio de Lucas (10,17-24), Jesús comparte una poderosa enseñanza con sus discípulos que nos invita a reflexionar sobre el verdadero significado de seguirle. Él les dice: «Veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones y todo el ejército del enemigo. Y no os hará daño alguno. Sin embargo, no os alegréis porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo.»

En estas palabras, Jesús nos recuerda que lo más importante de seguirlo no es buscar hazañas sobrenaturales o enfocarse en el mundo exterior, sino trabajar en nosotros mismos para cumplir su palabra y mandamientos. Nos llama a enfocarnos en el viaje de regreso a la casa de Dios.

La verdadera causa de alegría no radica en dominar a los espíritus o realizar milagros, sino en saber que estamos en camino hacia el cielo. Es la certeza de que nuestros nombres están inscritos en el libro divino, y esta es una razón para regocijarnos.

La esencia de la vida se encuentra en reconocer a Dios como nuestro Padre celestial, quien gobierna sobre todas las situaciones. Nuestra dicha proviene de vivir nuestras vidas de acuerdo a Su palabra y confiar en que todo lo que acontecerá está en Sus manos. Esto es lo que llamamos vivir con fe.

La clave para vivir con alegría y paz es la gratitud. Agradecemos a Dios por Su amor y cuidado constantes, y por el plan perfecto que tiene para nuestras almas. No importa cuán difíciles sean las circunstancias, nuestra confianza en Dios nos permite encontrar la paz en medio de la tormenta.

Entonces, ¿cómo podemos experimentar esta verdadera alegría? Es sencillo pero profundo: vivir de acuerdo a las enseñanzas de Jesús. Sus palabras son un faro que ilumina nuestro camino en la vida. Cuando seguimos Sus enseñanzas, experimentamos la paz que viene de vivir en armonía con Dios y con nuestros semejantes.

En resumen, seguir a Jesús va más allá de realizar proezas sobrenaturales o buscar poder terrenal. Es un viaje interior, un compromiso de vivir de acuerdo a la voluntad divina. La verdadera alegría proviene de saber que estamos en el camino de regreso a la casa de Dios, donde encontraremos la paz y la plenitud eterna. Así que vivamos con fe, gratitud y obediencia a Sus enseñanzas, y experimentemos la alegría que solo Él puede dar.

Estamos en este mundo terrenal con un propósito divino: buscar a Dios. En medio de las distracciones y desafíos que enfrentamos en nuestra vida diaria, la búsqueda de Dios debe ser nuestro norte. Jesús nos enseña que solo los humildes de corazón podrán verlo. La humildad nos permite reconocer que somos criaturas ante un Creador infinitamente sabio y amoroso. Cuando buscamos a Dios con un corazón humilde, abrimos nuestros ojos espirituales y comenzamos a percibir Su presencia en los detalles cotidianos de la vida. En cada amanecer, en cada sonrisa, en cada desafío, encontramos rastros de Su amor y gracia. La búsqueda de Dios nos conduce a una profunda conexión espiritual que trasciende las preocupaciones terrenales.

Es fundamental recordar que todo lo que sucede en nuestras vidas es parte de la voluntad de Dios y está diseñado para el bien de nuestras almas. Aunque en momentos de tribulación pueda parecer que estamos perdidos, en realidad estamos siendo moldeados y purificados. La sabiduría divina está detrás de cada experiencia, guiándonos hacia un mayor crecimiento espiritual. Confiamos en que, incluso en los momentos más oscuros, Dios está obrando para nuestro bien. Esta fe nos permite enfrentar los desafíos con valentía y aceptar las bendiciones con gratitud. En última instancia, nuestra alma es el tesoro más preciado, y Dios trabaja incansablemente para su perfección. Así que, en medio de las pruebas y tribulaciones, recordemos que estamos en las manos amorosas de nuestro Padre celestial, quien cuida de nosotros con un amor eterno.

 

 

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