En el Evangelio de Lucas, descubrimos pasajes que nos ofrecen valiosas lecciones sobre la fe, la voluntad de Dios y la intercesión de Jesús en nuestras vidas como Salvador. Uno de estos pasajes, Lucas 12,8-12, nos revela verdades profundas sobre nuestra relación con Dios y cómo permitir que el Espíritu de Dios viva en nosotros.
Jesús nos instruye a no temer confesar nuestra fe en Él, incluso en medio de la adversidad. Nos asegura que si lo hacemos, Él nos reconocerá delante de Dios. Esta enseñanza subraya la importancia de nuestra fe en Jesús, el vínculo que nos conecta con Dios y nos permite actuar de acuerdo con Su voluntad.
Al permitir que el Espíritu de Dios habite en nosotros, Jesús nos anima a no preocuparnos por lo que diremos en momentos de adversidad. Él nos asegura que el Espíritu Santo nos guiará y nos dará las palabras adecuadas. Este aspecto nos recuerda la importancia de abrir nuestro corazón y mente al Espíritu Santo, lo que nos permite actuar de acuerdo con la voluntad de Dios en cualquier situación.
Cuando hacemos de nuestra voluntad la voluntad de Dios, Dios hace de su voluntad nuestra voluntad. Es así como se nos conceden los milagros.
Esta perspectiva es esencial. Cuando alineamos nuestra voluntad con la de Dios, permitimos que Él actúe en nuestras vidas de maneras que a menudo van más allá de nuestra comprensión. Es en este momento cuando se nos conceden los milagros, ya que la voluntad divina se convierte en la nuestra.
Cuando anhelamos y buscamos los bienes espirituales, el Espíritu Santo encuentra un hogar en nuestro interior. Nuestra fe y la alineación con la voluntad de Jesús permiten que el Espíritu Santo nos guíe, consuele y fortalezca. Esta presencia divina en nuestras vidas es un regalo que supera cualquier deseo material.
En resumen, Lucas 12,8-12 nos recuerda que la fe en Jesús y la alineación con Su voluntad son esenciales para una relación cercana con Dios. Al dejar que el Espíritu de Dios viva en nosotros y anhelar los bienes espirituales, experimentamos la presencia transformadora del Espíritu Santo en nuestras vidas. Como creyentes, somos llamados a actuar con valentía y confiar en que Jesús intercede por nosotros, guiándonos hacia la voluntad de Dios.