Jesús nos enseña el camino al Reino de Dios revelándonos que es a través de un nacimiento espiritual que podemos comenzar una vida nueva.

Despierta tu conciencia y edúcate en las leyes de Dios mientras vives en amor.

La fe es creer que todo lo que nos pasa es porque asi Dios lo permite, sabiendo que todo es para el bien de nuestra alma que está en un proceso de autocorrección en este mundo material.

Se consientes sobre todo lo que te pasa para poder discernir que es lo que debes corregir.

Renacer desde el Espíritu

Jesús, en su conversación con Nicodemo, nos revela un misterio profundo: «El que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios» (Juan 3,3). Este nuevo nacimiento no es un simple cambio de vida exterior, sino una transformación interior, un renacimiento espiritual que nos conecta directamente con Dios.

Desde la sabiduría de la cabala, entendemos que el alma humana proviene de una luz divina que descendió a este mundo material para realizar una corrección —un tikún— y regresar, purificada, a su fuente. Así como el viento sopla donde quiere y no sabemos de dónde viene ni a dónde va (Juan 3,8), el alma también es un misterio: su camino es guiado por propósitos que muchas veces superan nuestra comprensión humana.

Jesús nos invita a este despertar de conciencia: nacer del agua y del Espíritu significa limpiar nuestra mente y corazón de las impurezas del ego, y permitir que el Espíritu Santo nos regenere. En términos de cabala, significa elevar nuestra nefesh (el alma básica) hacia niveles superiores del alma (ruaj y neshamá), reconectándonos conscientemente con la Fuente de toda vida.

La cabala enseña que todo en nuestra vida —cada desafío, cada encuentro, cada dolor— es una oportunidad para corregir, para crecer espiritualmente y para elevar nuestra chispa divina. No se trata solo de acumular buenas acciones, sino de transformarnos interiormente, hasta que cada acto sea un acto de amor consciente hacia Dios y hacia los demás.

La fe verdadera —nos recuerda Jesús— no es solo creer en lo que vemos, sino confiar en que todo lo que vivimos tiene un propósito divino para el bien de nuestra alma. Incluso cuando no comprendemos los caminos de Dios, debemos recordar que estamos en un proceso de autocorrección que nos llevará, si perseveramos, a una vida eterna en plenitud.

Hoy, abre tu corazón. Pide a Dios el renacimiento de tu espíritu. Permite que el soplo divino, como el viento, te renueve, te eleve y te lleve a donde Él quiere que vayas. Solo cuando nacemos de nuevo desde el Espíritu, podemos ver y vivir el Reino de Dios en nosotros.


Lectura del santo evangelio según san Juan (3,1-8):

HABÍA un hombre del grupo de los fariseos llamado Nicodemo, jefe judío. Este fue a ver a Jesús de noche y le dijo:
«Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro; porque nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios no está con él».
Jesús le contestó:
«En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios».
Nicodemo le pregunta:
«¿Cómo puede nacer un hombre siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer?».
Jesús le contestó:
«En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: “Tenéis que nacer de nuevo”; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabemos de dónde viene ni adónde va. Así es todo lo que ha nacido del Espíritu».

Palabra del Señor.

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